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2 Reyes 1:9 - Biblia Nueva Versión Internacional 2022

9 Y enseguida envió a un capitán con cincuenta soldados a buscarlo. El capitán fue y encontró a Elías sentado en la cima de un monte. —Hombre de Dios —dijo—, el rey le ordena que baje.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

9 Luego envió a él un capitán de cincuenta con sus cincuenta, el cual subió a donde él estaba; y he aquí que él estaba sentado en la cumbre del monte. Y el capitán le dijo: Varón de Dios, el rey ha dicho que desciendas.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

9 Entonces envió a un capitán del ejército con cincuenta soldados para que lo arrestaran. Lo encontraron sentado en la cima de una colina, y el capitán le dijo: —Hombre de Dios, el rey te ordena que vengas con nosotros.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

9 Despachó entonces a cincuenta hombres con su jefe, que subieron para buscar a Elías; éste estaba sentado en la cumbre de un cerro. El jefe le gritó: '¡Hombre de Dios, por orden del rey, baja!'

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La Biblia Textual 3a Edicion

9 Entonces le envió un capitán de cincuenta con sus cincuenta, el cual subió a él (pues estaba sentado en la cumbre del monte), y le dijo: ¡Varón de Dios, el rey ha ordenado que bajes!

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

9 Y mandó un jefe de cincuenta con sus cincuenta hombres, que salió en busca de él. Lo hallaron sentado en la cima del monte. El jefe le dijo: 'Hombre de Dios, el rey ordena que bajes'.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

9 Entonces el rey envió a él un capitán de cincuenta con sus cincuenta, el cual subió a él; y he aquí que él estaba sentado en la cumbre del monte. Y él le dijo: Varón de Dios, el rey dice que desciendas.

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2 Reyes 1:9
22 Referencias Cruzadas  

Entonces ella le reclamó a Elías: —¿Por qué te entrometes, hombre de Dios? ¡Viniste a recordarme mi pecado y a matar a mi hijo!


Tan cierto como que el Señor su Dios vive, no hay nación ni reino adonde mi amo no haya mandado a buscarlo. Y a quienes afirmaban que usted no estaba allí, él los hacía jurar que no lo habían encontrado.


Como Jezabel estaba acabando con los profetas del Señor, Abdías había tomado a cien de ellos y los había escondido en dos cuevas, cincuenta en cada una, y les había dado de comer y de beber.


Acab se fue a comer y beber, pero Elías subió a la cumbre del Carmelo, se inclinó hasta el suelo y puso el rostro entre las rodillas.


Entonces Jezabel envió un mensajero a Elías para decirle: «¡Que los dioses me castiguen sin piedad si mañana a esta hora no te he quitado la vida como tú se la quitaste a ellos!».


El rey de Israel respondió: —Todavía hay alguien por medio de quien podemos consultar al Señor, pero me cae muy mal porque nunca me profetiza nada bueno; solo me anuncia desastres. Se trata de Micaías, hijo de Imlá. —No digas eso —respondió Josafat.


De allí, Eliseo se fue al monte Carmelo y luego regresó a Samaria.


La mujer se puso en marcha y llegó al monte Carmelo, donde estaba Eliseo, el hombre de Dios. Este la vio a lo lejos y dijo a su criado Guiezi: —¡Mira! Ahí viene la sunamita.


Los llevé al Templo del Señor, a la sala de los hijos de Janán, hijo de Igdalías, hombre de Dios. Esta sala se encontraba junto a la de los oficiales que a su vez estaba encima de la de Maseías, hijo de Salún, guarda de la entrada.


Entonces Amasías dijo a Amós: —¡Vete de aquí, vidente! ¡Si quieres ganarte el pan profetizando, vete a la tierra de Judá!


En efecto, Herodes había arrestado a Juan. Lo había encadenado y metido en la cárcel por causa de Herodías, esposa de su hermano Felipe.


y decían: —A ver, Cristo, ¡profetiza! ¿Quién te pegó?


Luego trenzaron una corona de espinas y se la colocaron en la cabeza; en la mano derecha le pusieron una vara. Arrodillándose delante de él, se burlaban diciendo: —¡Viva el rey de los judíos!


Los que pasaban meneaban la cabeza y blasfemaban contra él: —¡Eh! Tú que destruyes el Templo y en tres días lo reconstruyes,


Que baje ahora de la cruz ese Cristo, el rey de Israel, para que veamos y creamos. También lo insultaban los que estaban crucificados con él.


Cuando los discípulos Santiago y Juan vieron esto, preguntaron: —Señor, ¿quieres que hagamos caer fuego del cielo para que los destruya?


Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles.


Al oír la noticia, Saúl envió otro grupo, pero ellos también cayeron en trance. Luego mandó un tercer grupo y les pasó lo mismo.


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