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Esdras 1:2 - Biblia Nueva Versión Internacional 2017

2 «Esto es lo que ordena Ciro, rey de Persia: »El Señor, Dios del cielo, que me ha dado todos los reinos de la tierra, me ha encargado que le construya un templo en la ciudad de Jerusalén, que está en Judá.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

2 Así ha dicho Ciro rey de Persia: Jehová el Dios de los cielos me ha dado todos los reinos de la tierra, y me ha mandado que le edifique casa en Jerusalén, que está en Judá.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

2 «Esto dice Ciro, rey de Persia: »“El Señor, Dios del cielo, me ha dado todos los reinos de la tierra. Me encargó construirle un templo en Jerusalén, que está en Judá.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

2 Así habla Ciro, rey de Persia: Yavé, el Dios de los Cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra; y ahora me encarga que reconstruya su templo en Jerusalén de Judá.

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La Biblia Textual 3a Edicion

2 Así dice Ciro rey de Persia: Todos los reinos de la tierra me han sido dados por YHVH, Dios de los cielos, y Él mismo me ha encomendado que le construya Casa en Jerusalem, que está en Judá.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

2 'Así habla Ciro, rey de Persia: Yahveh, el Dios del cielo, me ha dado todos los reinos de la tierra y me ha encargado que le edifique un templo en Jerusalén de Judá.

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Esdras 1:2
34 Referencias Cruzadas  

»Pero ¿será posible, Dios mío, que tú habites en la tierra? Si los cielos, por altos que sean, no pueden contenerte, ¡mucho menos este templo que he construido!


¡Alabado sea el Señor, Dios de Israel, que hizo el cielo y la tierra, porque le ha dado al rey David un hijo sabio, dotado de sabiduría e inteligencia, el cual construirá un palacio real y un templo para el Señor!


Entonces los jefes de familia de Benjamín y de Judá, junto con los sacerdotes y levitas, es decir, con todos aquellos en cuyo corazón Dios puso el deseo de construir el templo, se dispusieron a ir a Jerusalén.


Luego dieron dinero a los albañiles y carpinteros. A los de Sidón y Tiro les dieron comida, bebida y aceite para que por mar llevaran madera de cedro desde el Líbano hasta Jope, conforme a la autorización que había dado Ciro, rey de Persia.


Pero Zorobabel, Jesúa y los jefes de las familias de Israel les respondieron: ―No podemos permitir que os unáis a nosotros en la reconstrucción del templo de nuestro Dios. Nosotros solos nos encargaremos de reedificar el templo para el Señor, Dios de Israel, tal como lo decretó Ciro, rey de Persia.


Ciro, pues, ordenó a Sesbasar que tomara esos utensilios y los devolviera al templo de Jerusalén, y que reedificara en el mismo sitio el templo de Dios.


Así podrán ellos ofrecer sacrificios gratos al Dios del cielo y rogar por la vida del rey y de sus hijos.


En el primer año de su reinado, el rey Ciro promulgó el siguiente edicto respecto al templo de Dios en Jerusalén: Que se echen los cimientos y se reconstruya el templo, para que en él se ofrezcan holocaustos. Tendrá veintisiete metros tanto de alto como de ancho,


Artajerjes, rey de reyes, a Esdras, sacerdote y maestro versado en la ley del Dios del cielo: Saludos.


Al escuchar esto, me senté a llorar; hice duelo por algunos días, ayuné y oré al Dios del cielo.


Le dije: «Señor, Dios del cielo, grande y temible, que cumples el pacto y eres fiel con los que te aman y obedecen tus mandamientos,


¡Dad gracias al Dios de los cielos! ¡Su gran amor perdura para siempre!


perdonaste la iniquidad de tu pueblo y cubriste todos sus pecados; Selah


En las manos del Señor el corazón del rey es como un río: sigue el curso que el Señor le ha trazado.


»¿Quién ha hecho venir desde el oriente a aquel que siempre sale victorioso? Pone a las naciones en sus manos; ante él los reyes se rinden. Con su espada los vuelve polvo, con su arco los dispersa como paja.


Yo confirmo la palabra de mis siervos y cumplo el consejo de mis mensajeros. Yo digo que Jerusalén será habitada, que los pueblos de Judá serán reconstruidos; y sus ruinas las restauraré.


Yo afirmo que Ciro es mi pastor, y dará cumplimiento a mis deseos; dispondrá que Jerusalén sea reconstruida, y que se repongan los cimientos del templo”».


Así dice el Señor a Ciro, su ungido, a quien tomó de la mano derecha para someter a su dominio las naciones y despojar de su armadura a los reyes, para abrir a su paso las puertas y dejar abiertas las entradas:


Así dice el Señor: «El cielo es mi trono, y la tierra, el estrado de mis pies. ¿Qué casa me podéis construir? ¿Qué morada me podéis ofrecer?


«Así les dirás: “Los dioses que no hicieron los cielos ni la tierra desaparecerán de la tierra y de debajo del cielo”».


Yo, con mi gran poder y mi brazo poderoso, hice la tierra, y los hombres y los animales que están sobre ella, y puedo dárselos a quien me plazca.


Así dice el Señor: «Cuando a Babilonia se le hayan cumplido los setenta años, yo os visitaré; y haré honor a mi promesa en vuestro favor, y os haré volver a este lugar.


Fue así como Daniel se quedó en Babilonia hasta el primer año del rey Ciro.


Él cambia los tiempos y las épocas, pone y depone reyes. A los sabios da sabiduría, y a los inteligentes, discernimiento.


Pero hay un Dios en el cielo que revela los misterios. Ese Dios te ha mostrado lo que tendrá lugar en los días venideros. Estos son el sueño y las visiones que pasaron por tu mente mientras dormías:


Serás apartado de la gente y habitarás con los animales salvajes; comerás pasto como el ganado, y te empaparás con el rocío del cielo. Siete años pasarán hasta que reconozcas que el Altísimo es el Soberano de todos los reinos del mundo, y que se los entrega a quien él quiere.


Serás apartado de la gente y vivirás entre los animales salvajes; comerás pasto como el ganado, y siete años transcurrirán hasta que reconozcas que el Altísimo es el Soberano de todos los reinos del mundo, y que se los entrega a quien él quiere».


Por el contrario, te has opuesto al Dios del cielo mandando traer de su templo las copas para que bebáis en ellas tú y tus nobles, vuestras esposas y concubinas. Te has deshecho en alabanzas a los dioses de oro, plata, hierro, madera y piedra, dioses que no pueden ver ni oír ni entender; en cambio, no has honrado al Dios en cuyas manos se hallan tu vida y tus acciones.


Más tarde el rey Darío firmó este decreto: «A todos los pueblos, naciones y lenguas de este mundo: »¡Paz y prosperidad para todos!


―Soy hebreo y temo al Señor, Dios del cielo, que hizo el mar y la tierra firme —les respondió.


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