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Cantares 4:1 - Biblia Nueva Versión Internacional 2017

1 ¡Cuán bella eres, amada mía! ¡Cuán bella eres! Tus ojos, tras el velo, son dos palomas. Tus cabellos son como los rebaños de cabras que retozan en los montes de Galaad.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

1 He aquí que tú eres hermosa, amiga mía; he aquí que tú eres hermosa; Tus ojos entre tus guedejas como de paloma; Tus cabellos como manada de cabras Que se recuestan en las laderas de Galaad.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

1 Eres hermosa, amada mía; tan hermosa que no puedo expresarlo. Tus ojos son como palomas detrás del velo. Tu cabello cae en ondas, como un rebaño de cabras que serpentea por las laderas de Galaad.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

1 ¡Qué bella eres, amada mía, qué bella eres! Tus ojos son como palomas detrás de tu velo.

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La Biblia Textual 3a Edicion

1 Él He aquí eres hermosa, amada mía. ¡He aquí, eres hermosa! Tus ojos son palomas a través de tu velo, Tus cabellos como un rebaño de cabras Que descienden al alba del monte Galaad.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

1 ¡Qué bella eres, amada mía, qué hermosa eres! Tus ojos son palomas, a través de tu velo. Tus cabellos, como un hato de cabras ondulando en el monte Galaad.

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Cantares 4:1
17 Referencias Cruzadas  

El rey está cautivado por tu hermosura; él es tu señor: inclínate ante él.


¡Cuán bella eres, amada mía! ¡Cuán bella eres! ¡Tus ojos son dos palomas!


Mi amado me habló y me dijo: «¡Levántate, amada mía; ven conmigo, mujer hermosa!


Paloma mía, que te escondes en las grietas de las rocas, en las hendiduras de las montañas, muéstrame tu rostro, déjame oír tu voz; pues tu voz es placentera y hermoso tu semblante.


Aparta de mí la mirada, que tus ojos me tienen fascinado. Tus cabellos son como los rebaños de cabras que retozan en Galaad.


Tus mejillas, tras el velo, parecen dos mitades de granadas.


Tu cabeza se yergue como la cumbre del Carmelo. Hilos de púrpura son tus cabellos; ¡con tus rizos has cautivado al rey!


Porque así dice el Señor acerca de la casa real de Judá: «Para mí, tú eres como Galaad y como la cima del Líbano, pero juro que te convertiré en un desierto, en ciudades deshabitadas.


Tan perfecta era tu belleza que tu fama se extendió por todas las naciones, pues yo te adorné con mi esplendor. Lo afirma el Señor omnipotente.


Pastorea con tu cayado a tu pueblo, al rebaño de tu propiedad, que habita solitario en el bosque, en medio de la espesura. Hazlo pastar en Basán y en Galaad como en los tiempos pasados.


Las tribus de Rubén y Gad, que tenían mucho ganado, se dieron cuenta de que las tierras de Jazer y Galaad eran apropiadas para la ganadería.


Entonces Moisés entregó Galaad a los maquiritas, que eran descendientes de Manasés, y ellos se establecieron allí.


Cargad con mi yugo y aprended de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestra alma.


Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu.


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