El gozo del Señor no solo nos llena de fuerza, sino que también nos une. Esta es una alegría que no debemos guardárnosla, ese gozo necesita ser compartido. Así como los israelitas fueron instruidos para festejar y compartir lo que tenían entre ellos, también podemos difundir el gozo del Señor entre las personas que conocemos. El gozo del Señor nos reta a amar a nuestro prójimo y a llevar el evangelio a más personas. Cuando nos motivamos por un corazón gozoso en Dios somos fuertes y tenemos el poder de extender ese gozo, esa alegría en nuestra comunidad. El gozo de Dios es el que perdura y nadie te lo puede quitar. Salmos 98:4-6 Cantad alegres a Jehová, toda la tierra; Levantad la voz, y aplaudid, y cantad salmos. Cantad salmos a Jehová con arpa; Con arpa y voz de cántico. Aclamad con trompetas y sonidos de bocina, Delante del rey Jehová. Aquí encontrarás muchos versículos que hablan del gozo de nuestro Dios.
Con tus descendientes voy a formar una gran nación; voy a bendecirte y hacerte famoso, y serás una bendición para otros.
El Señor todopoderoso, el Dios de Israel, dice: «Cuando yo cambie la suerte de la gente de Judá, y ellos estén de nuevo en su tierra y en sus ciudades, dirán otra vez: “¡Que el Señor bendiga este monte santo donde habita la justicia!”
En ese día Israel se colocará a la par con Egipto y Asiria, y será una bendición en medio de la tierra.
Los amará a ustedes, los bendecirá y los hará crecer en número; bendecirá a sus hijos, sus cosechas, su trigo, su vino y su aceite, y las crías de sus vacas y ovejas, en el país que a sus antepasados juró que les daría.
Aarón levantó sus manos sobre los israelitas y los bendijo, y después de haber presentado el sacrificio por el pecado, el holocausto y el sacrificio de reconciliación, se retiró del altar.
y por ahora sigue viviendo en este país. Yo estaré contigo y te bendeciré, porque a ti y a tus descendientes les voy a dar todas estas tierras. Así cumpliré la promesa que le hice a tu padre Abraham.
Ese mismo día Jacob los bendijo con estas palabras: —El pueblo de Israel usará el nombre de ustedes para las bendiciones, y dirán: “Que Dios haga contigo como hizo con Efraín y Manasés.” Así puso Israel a Efraín antes de Manasés.
Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan; por medio de ti bendeciré a todas las familias del mundo.»
Sus descendientes serán famosos entre las naciones; todos los que los vean reconocerán que son un pueblo que el Señor ha bendecido.
¡gracias al Dios de tu padre, que te ayudará; al Dios todopoderoso, que te bendecirá! ¡Con bendiciones del alto cielo! ¡Con las bendiciones del mar profundo! ¡Con bendiciones de los pechos y del vientre!
Si obedecen lo que hoy les ordeno, y aman al Señor su Dios, y siguen sus caminos, y cumplen sus mandamientos, leyes y decretos, vivirán y tendrán muchos hijos, y el Señor su Dios los bendecirá en el país que van a ocupar.
Digan ustedes de corazón: «Que haya paz en ti, Jerusalén; que vivan tranquilos los que te aman.
El Dios de ustedes dice: «Consuelen, consuelen a mi pueblo;
Llega ya el Señor con poder, sometiéndolo todo con la fuerza de su brazo. Trae a su pueblo después de haberlo rescatado.
Viene como un pastor que cuida su rebaño; levanta los corderos en sus brazos, los lleva junto al pecho y atiende con cuidado a las recién paridas.
¿Quién ha medido el océano con la palma de la mano, o calculado con los dedos la extensión del cielo? ¿Quién ha puesto en una medida todo el polvo de la tierra, o ha pesado en balanza las colinas y montañas?
¿Quién ha corregido al Señor o quién le ha dado instrucciones?
¿Quién le dio consejos y entendimiento? ¿Quién le enseñó a juzgar con rectitud? ¿Quién lo instruyó en la ciencia? ¿Quién le dio lecciones de sabiduría?
Para él las naciones son como una gota de agua, como un grano de polvo en la balanza; los países del mar valen lo que un grano de arena.
En todo el Líbano no hay animales suficientes para ofrecerle un holocausto, ni leña suficiente para el fuego.
Todas las naciones no son nada en su presencia; para él no tienen absolutamente ningún valor.
¿Con quién van ustedes a comparar a Dios? ¿Con qué imagen van a representarlo?
Un escultor funde una estatua, y un joyero la recubre de oro y le hace cadenas de plata.
hablen con cariño a Jerusalén y díganle que su esclavitud ha terminado, que ya ha pagado por sus faltas, que ya ha recibido de mi mano el doble del castigo por todos sus pecados.»
Desde el día en que Potifar dejó a José a cargo de su casa y de todo lo suyo, el Señor bendijo a Potifar, tanto en su casa como en el campo.
Y así como ustedes, los de Judá y los de Israel, fueron maldición entre las demás naciones, así yo ahora los salvaré y haré que sean bendición. ¡No tengan miedo! ¡Esfuércense!»
1 (1b) Los que confían en el Señor son inconmovibles; igual que el monte Sión, permanecen para siempre.
Así como los montes rodean a Jerusalén, el Señor rodea a su pueblo ahora y siempre.
El Señor alejará de ustedes toda enfermedad y todas las terribles plagas que, como bien saben, envió sobre Egipto; en cambio, hará sufrir con ellas a todos sus enemigos.
Bendito sea Dios, Señor y Dios de Israel, el único que hace grandes cosas;
bendito sea por siempre su glorioso nombre. ¡Que toda la tierra se llene de su gloria! ¡Amén!
Tú llamarás a pueblos desconocidos; pueblos que no te conocían irán corriendo a ti, porque yo, tu Señor, el Dios Santo de Israel, te he honrado.
»El Señor pondrá en tus manos a tus enemigos cuando te ataquen. Avanzarán contra ti en formación ordenada, pero huirán de ti en completo desorden.
Lo decidieron voluntariamente, aunque, en realidad, estaban en la obligación de hacerlo, porque así como los creyentes judíos compartieron sus bienes espirituales con los no judíos, estos, a su vez, deben ayudar con sus bienes materiales a los creyentes judíos.
8-9 (12-13) El Señor todopoderoso me ha enviado con este mensaje contra las naciones que los saquearon a ustedes: «Cualquiera que toca a mi pueblo, toca a la niña de mis ojos. Por eso, yo mismo lucharé contra esas naciones, y haré que sus propios esclavos las saqueen.» Así mostrará su gloria el Señor todopoderoso, y así comprenderán ustedes que él fue quien me envió.
La Escritura, viendo de antemano que también entre los no judíos iba Dios a reconocer como justos a los que tuvieran fe, había anunciado a Abraham esta buena noticia: «Todas las naciones serán bendecidas por medio de ti.»
¡Si llego a olvidarte, Jerusalén, que se me seque la mano derecha!
¡Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti, si no te pongo, Jerusalén, por encima de mi propia alegría!
lo poco que tenías antes que yo viniera, ha aumentado enormemente, pues desde que llegué, el Señor te ha bendecido; pero, ¿cuándo voy a comenzar a trabajar para mi propia familia?
Aunque las montañas cambien de lugar y los cerros se vengan abajo, mi amor por ti no cambiará ni se vendrá abajo mi alianza de paz.» Lo dice el Señor, que se compadece de ti.
¡El Señor se ha acordado de nosotros y nos bendecirá! Bendecirá a los israelitas, bendecirá a los sacerdotes,
bendecirá a los que lo honran, a grandes y pequeños.
y todas las naciones del mundo serán bendecidas por medio de ellos, porque me has obedecido.”
Ellos llegarán a ser tantos como el polvo de la tierra, y se extenderán al norte y al sur, al este y al oeste, y todas las familias del mundo serán bendecidas por medio de ti y de tus descendientes.
El Señor su Dios hará caer todas estas maldiciones sobre los enemigos de ustedes y sobre los que los persiguieron con odio,
Pero ustedes son una familia escogida, un sacerdocio al servicio del rey, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios. Y esto es así para que anuncien las obras maravillosas de Dios, el cual los llamó a salir de la oscuridad para entrar en su luz maravillosa.
De esta manera no habrá pobres entre ustedes, pues el Señor tu Dios te bendecirá en el país que él te va a dar como herencia,
El Señor dice: «Voy a dar órdenes a las naciones; voy a dar una señal a los pueblos para que traigan en brazos a tus hijos, y a tus hijas las traigan sobre los hombros.
¡El Señor ha escogido el monte Sión! ¡Lo ha elegido para vivir allí!
«Este es el monte donde siempre quiero estar; en él viviré, porque así me agradó.
1 (1b) Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos pareció que estábamos soñando.
Entonces nuestra boca y nuestros labios se llenaron de risas y gritos de alegría; entonces los paganos decían: «¡El Señor ha hecho grandes cosas por ellos!»
Luego diles: “Esto dice el Señor: Voy a sacar a los israelitas de entre las naciones a donde han ido a parar; los reuniré de todas partes y los haré volver a su tierra.
Haré de ellos una sola nación en este país, en los montes de Israel, y tendrán un solo rey. No volverán a estar divididos en dos naciones, ni separados en dos reinos.
Jerusalén, en tus murallas he puesto centinelas que ni de día ni de noche dejan de decir: «No se queden callados los que invocan al Señor,
no lo dejen descansar hasta que haya reconstruido a Jerusalén y haya hecho que todo el mundo la alabe.»
Que mucha gente te sirva; que las naciones se arrodillen delante de ti. Gobierna a tus propios hermanos; ¡que se arrodillen delante de ti! Los que te maldigan serán malditos, y los que te bendigan serán benditos.»
4 (5) Un río alegra con sus brazos la ciudad de Dios, la más santa de las ciudades del Altísimo.
Yo los sacaré a ustedes de todas esas naciones y países; los reuniré y los haré volver a su tierra.
Los lavaré con agua pura, los limpiaré de todas sus impurezas, los purificaré del contacto con sus ídolos;
pondré en ustedes un corazón nuevo y un espíritu nuevo. Quitaré de ustedes ese corazón duro como la piedra y les pondré un corazón dócil.
Agranda tu tienda de campaña, extiende sin miedo el toldo bajo el cual vives; alarga las cuerdas, clava bien las estacas,
porque te vas a extender a derecha e izquierda; tus descendientes conquistarán muchas naciones y poblarán las ciudades ahora desiertas.
1 (1b) Los cimientos de la ciudad de Dios están sobre los montes santos.
El Señor ama las puertas de Sión más que a todas las casas de Jacob.
Ciudad de Dios, qué cosas tan hermosas se dicen de ti:
Llenaré de espíritu de bondad y oración a los descendientes de David y a los habitantes de Jerusalén. Entonces mirarán al que traspasaron, y harán duelo y llorarán por él como por la muerte del hijo único o del hijo mayor.
»Yo pondré a mis ovejas alrededor de mi monte santo, y las bendeciré; les enviaré lluvias de bendición en el tiempo oportuno.
Los árboles del campo darán su fruto, la tierra dará sus cosechas, y ellas vivirán tranquilas en su propia tierra. Cuando yo libere a mi pueblo de quienes lo han esclavizado, entonces reconocerán que yo soy el Señor.
¡Que el Señor les aumente la descendencia a ustedes y a sus hijos!
¡Que el Señor, creador del cielo y de la tierra, les dé a ustedes su bendición!
El Señor dice: «Voy a dar órdenes a las naciones; voy a dar una señal a los pueblos para que traigan en brazos a tus hijos, y a tus hijas las traigan sobre los hombros.
Los reyes serán tus padres adoptivos, y las princesas tus niñeras. Se inclinarán hasta el suelo delante de ti, y lamerán el polvo de tus pies. Y reconocerás que yo soy el Señor, y que los que en mí confían no quedan defraudados.»
»Naciones, escuchen la palabra del Señor y anuncien en las costas lejanas: “El Señor dispersó a Israel, pero lo reunirá y lo cuidará como cuida el pastor a sus ovejas.”
1 (2) Cuando Dios entra en acción, sus enemigos se dispersan; los que le odian huyen de su presencia;
10 (11) Tu pueblo se estableció allí y tú, oh Dios, por tu bondad, le diste al pobre lo necesario.
11 (12) El Señor dio un mensaje; muchas mujeres lo anunciaban:
12 (13) «¡Están huyendo los reyes y sus ejércitos!» En casa, las mujeres se repartían lo que se le había quitado al enemigo,
13 (14) pero ustedes se quedaron entre los rediles. ¡Alas de paloma cubiertas de plata! ¡Sus plumas cubiertas de oro fino!
14 (15) Cuando el Todopoderoso hizo huir a los reyes, nevaba sobre el monte Salmón.
15 (16) ¡Qué altos son los montes de Basán, y qué elevadas sus cumbres!
16 (17) Ustedes, que son montes tan altos, ¿por qué miran con envidia el monte donde Dios quiso residir? ¡El Señor vivirá allí para siempre!
17 (18) Dios cuenta por millones sus carros de combate; del Sinaí vino en ellos a su templo.
18 (19) Oh Dios, subiste a lo alto llevando cautivos; recibiste tributo entre los hombres y hasta los rebeldes se rindieron a ti, Señor.
19 (20) ¡Bendito sea el Señor, nuestro Dios y Salvador, que día tras día lleva nuestras cargas!
2 (3) desaparecen como el humo en el aire, se derriten como la cera en el fuego; ¡ante Dios están perdidos los malvados!
En todas las naciones del mundo se me honra; en todas partes queman incienso en mi honor y me hacen ofrendas dignas.
En los últimos tiempos quedará afirmado el monte donde se halla el templo del Señor. Será el monte más alto, más alto que cualquier otro monte. Todas las naciones vendrán a él;
En aquel día el hombre echará sus ídolos a las ratas y a los murciélagos, esos ídolos de oro y de plata que él mismo se hizo para adorarlos,
y se meterá en los huecos de las rocas, en las cuevas de las peñas, para esconderse de la presencia terrible del Señor, del resplandor de su majestad, cuando él se levante y llene de terror la tierra.
Dejen de confiar en el hombre, que bien poco es lo que vale. La vida del hombre no es más que un suspiro.
pueblos numerosos llegarán, diciendo: «Vengan, subamos al monte del Señor, al templo del Dios de Jacob, para que él nos enseñe sus caminos y podamos andar por sus senderos.» Porque de Sión saldrá la enseñanza del Señor, de Jerusalén vendrá su palabra.
Cuando esto suceda, todo Israel alcanzará la salvación, pues la Escritura dice: «El libertador vendrá de Sión y apartará de Jacob la maldad.
En este día pongo al cielo y a la tierra por testigos contra ustedes, de que les he dado a elegir entre la vida y la muerte, y entre la bendición y la maldición. Escojan, pues, la vida, para que vivan ustedes y sus descendientes;
si se vuelven al Señor y lo obedecen de todo corazón y con toda su alma, ustedes y los hijos de ustedes, como yo se lo ordeno ahora,
amen al Señor su Dios, obedézcanlo y séanle fieles, porque de ello depende la vida de ustedes y el que vivan muchos años en el país que el Señor juró dar a Abraham, Isaac y Jacob, antepasados de ustedes.»
34 (35) Reconozcan el poder de Dios: su majestad se extiende sobre Israel, su poder alcanza el cielo azul.
35 (36) Maravilloso es Dios en su santuario; el Dios de Israel da poder y fuerza a su pueblo. ¡Bendito sea Dios!