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Lucas 9:11 - Versión Biblia Libre

Sin embargo, las multitudes lo encontraron cuando se iba y lo siguieron. Él los recibió y les explicó el reino de Dios, y sanó a todos los que necesitaban ser sanados.

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Biblia Reina Valera 1960

Y cuando la gente lo supo, le siguió; y él les recibió, y les hablaba del reino de Dios, y sanaba a los que necesitaban ser curados.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

pero las multitudes descubrieron adónde iba y lo siguieron. Jesús los recibió y les enseñó acerca del reino de Dios y sanó a los que estaban enfermos.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

Pero la gente lo supo y partieron tras él. Jesús los acogió y volvió a hablarles del Reino de Dios mientras devolvía la salud a los que necesitaban ser atendidos.

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La Biblia Textual 3a Edicion

Pero al darse cuenta las multitudes, lo siguieron, y después de recibirlos, les hablaba acerca del reino de Dios, y sanaba a los que tenían necesidad de sanidad.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

Pero al darse cuenta de ello la gente, lo siguieron. Él los acogió y les hablaba del reino de Dios, al tiempo que devolvía la salud a los que tenían necesidad de curación.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

Y cuando la gente lo supo, le siguió; y Él les recibió, y les hablaba del reino de Dios, y sanaba a los que necesitaban ser curados.

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Otras versiones



Lucas 9:11
21 Referencias Cruzadas  

El Espíritu del Señor Dios está sobre mí, porque el Señor me ha ungido para llevar la buena noticia a los pobres. Me ha enviado a curar a los quebrantados de corazón, a anunciar la liberación a los cautivos, a poner en libertad a los prisioneros,


Sabiendo esto, Jesús salió de allí, con una multitud que le seguía. Y Jesús los sanaba a todos,


Cuando Jesús salió de la barca y vio a la gran multitud, se llenó de simpatía por ellos, y sanó a los enfermos que había entre ellos.


¿Cuál de los dos hijos hizo lo que su padre quería?” “El primero”, respondieron ellos. “Les digo la verdad: los recaudadores de impuestos y las prostitutas están entrando al reino de los cielos antes que ustedes”, les dijo Jesús.


Por eso les digo que a ustedes se les quitará el reino de Dios. Será entregado a un pueblo que producirá el fruto apropiado.


Él llena a los hambrientos con cosas buenas para comer, y echa a los ricos con las manos vacías.


“Las personas que están sanas no necesitan de un médico, pero las personas enfermas sí lo necesitan”, respondió Jesús.


Poco después de esto, Jesús fue por las ciudades y aldeas anunciando la buena noticia del reino de Dios. Los doce discípulos iban con él,


Jesús respondió: “A ustedes se les han dado entendimiento de los misterios del reino de Dios, pero a los demás se les han dado ilustraciones, de manera que ‘aunque ven, realmente no ven; y aunque oyen, realmente no entienden’.


Cuando los apóstoles regresaron, le informaron a Jesús lo que habían hecho. Entonces él se fue con ellos y se dirigieron a una ciudad llamada Betsaida.


Siendo más tarde ese día, los doce discípulos vinieron donde él estaba y le dijeron: “Debes despedir ahora a la multitud para que puedan ir a las aldeas y encuentren un lugar donde quedarse y alimento para comer, pues estamos alejados de todo aquí”.


Entonces los envió para que proclamaran el reino de Dios y para que sanaran a los enfermos.


Jesús les explicó: “Mi comida es hacer la voluntad de Aquél que me envió y completar su obra.


Todos los que el Padre me entrega, vendrán a mí, y yo no rechazaré a ninguno de ellos.


Y les hablaba del reino de Dios, y enseñaba sobre el Señor Jesucristo audazmente. Y nadie se lo impedía.


Pero ¿cómo podrá la gente invocar a alguien en quien no creen? ¿Cómo podrían creer en alguien de quien no han escuchado hablar? ¿Y cómo podrían escuchar si no se les habla?


Creer en Dios viene de oír, de oír el mensaje de Cristo.


Así como Cristo no vivió para complacerse a sí mismo, sino que, como la Escritura dice de él: “Las ofensas de los que te insultaban han caído sobre mí”.


Que prediques la palabra de Dios, sea conveniente o no, y dile a las personas lo que están haciendo mal; dales consejo y ánimo. Y enséñales esto con mucha paciencia.


Así que deberíamos acercarnos confiados a Dios, en su trono de gracia, para recibir misericordia, y descubrir la gracia que nos ayuda cuando realmente la necesitamos.