Adán tuvo de nuevo relaciones con su mujer, y ésta dio a luz un hijo, a quien puso por nombre Set, 'porque Dios, dijo, me ha dado otro descendiente en lugar de Abel, al que mató Caín'.
Génesis 5:3 - Biblia Martin Nieto Adán, a la edad de ciento treinta años, engendró un hijo a su imagen, según su semejanza, y le llamó Set. Más versionesBiblia Reina Valera 1960 Y vivió Adán ciento treinta años, y engendró un hijo a su semejanza, conforme a su imagen, y llamó su nombre Set. Biblia Nueva Traducción Viviente Cuando Adán tenía ciento treinta años, fue padre de un hijo que era igual a él, su viva imagen, y lo llamó Set. Biblia Católica (Latinoamericana) Tenía Adán ciento treinta años de edad, cuando tuvo un hijo a su imagen y semejanza, a quien llamó Set. La Biblia Textual 3a Edicion Y había vivido Adam ciento treinta años cuando engendró a su semejanza, conforme a su imagen,° y llamó su nombre Set. Biblia Serafín de Ausejo 1975 Tenía Adán ciento treinta años cuando engendró un hijo, semejante a él y según su imagen, al que llamó Set. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Y vivió Adán ciento treinta años, y engendró un hijo a su semejanza, conforme a su imagen, y llamó su nombre Set. |
Adán tuvo de nuevo relaciones con su mujer, y ésta dio a luz un hijo, a quien puso por nombre Set, 'porque Dios, dijo, me ha dado otro descendiente en lugar de Abel, al que mató Caín'.
Los creó macho y hembra, los bendijo y les puso el nombre de 'hombre' el día de su creación.
Después de engendrar a Set vivió todavía Adán ochocientos años, y engendró hijos e hijas.
¿Cómo, pues, puede ante Dios ser justo un hombre? ¿Cómo puro el nacido de mujer?
El ángel le contestó: 'El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el niño que nazca será santo y se le llamará Hijo de Dios.
Por tanto, así como por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron...
No todos los cuerpos son iguales; uno es el cuerpo de los hombres, otro el de los ganados, otro el de las aves y otro el de los peces.
Y así como llevamos la imagen del terrestre, llevaremos también la del celeste.
Nosotros también éramos de ésos cuando nos dejábamos llevar de las apetencias carnales, sujetos a los deseos de nuestros instintos y a nuestra imaginación. Éramos, por naturaleza, objeto de la ira divina, igual que los demás.