La palabra "epítema" proviene del latín epithema, y este a su vez del griego ἐπίθεμα (epíthema), que significa "apósito" o "algo que se coloca encima". Si bien la definición básica la describe como un medicamento tópico aplicado como fomento, cataplasma o polvo, su historia y usos son mucho más ricos y complejos.
El uso de epítemas se remonta a la antigüedad, encontrando referencias en textos médicos griegos y romanos. Hipócrates, considerado el padre de la medicina occidental, ya mencionaba el uso de epítemas para tratar diversas afecciones. Galeno, otro médico influyente de la antigüedad, también las incluía en sus tratamientos. Estos primeros epítemas a menudo consistían en hierbas, plantas medicinales, minerales o sustancias animales, aplicados directamente sobre la piel o mezclados con otros ingredientes para formar cataplasmas o ungüentos.
Durante la Edad Media y el Renacimiento, el uso de epítemas continuó siendo una práctica común. Los médicos y boticarios elaboraban complejas recetas de epítemas, basándose en la teoría de los humores y la signatura rerum (la creencia de que la apariencia de una planta indicaba sus propiedades medicinales).
Las epítemas se utilizaban para tratar una amplia gama de enfermedades y dolencias. Se aplicaban para aliviar el dolor, reducir la inflamación, promover la cicatrización de heridas, tratar infecciones de la piel y aliviar síntomas respiratorios.
Dependiendo de la condición a tratar, las epítemas podían ser:
Con el avance de la medicina moderna y el desarrollo de fármacos más específicos y eficaces, el uso de epítemas tradicionales ha disminuido considerablemente. Sin embargo, la idea fundamental de aplicar un medicamento tópico para un efecto local sigue siendo relevante. Muchos ungüentos, cremas y parches medicinales actuales podrían considerarse, en un sentido amplio, como descendientes de las antiguas epítemas.
La medicina es el arte de imitar a la naturaleza en sus procesos curativos.- Hipócrates