Cierta vez una joven se acercó al pastor de la iglesia y le dijo: —Quiero con todas mis fuerzas llegar a ser una buena cristiana, Pastor. Mi problema es que estoy muy segura de que volveré a pecar. ¡No se si sea capaz de resistirme ante la tentación!

El pastor la ayudo a calmarse y le explicó que de una u otra manera todos tenemos que lidiar con esa triste situación.
—Es más —le dice el pastor— lo que realmente Dios dice en su Palabra es que «si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no hay verdad en nosotros», (1 Juan 1:8). Que seamos pecadores no es una razón válida para no acudir a Jesús.
El predicador decidió usar un ejemplo para ayudar a la creyente a entender mejor la situación.
—Permíteme explicarlo mejor, hace unos meses atrás una de mis hijas fue sometida a una operación. La operación era muy riesgosa, pero ella no tenía una mejor opción para poner fin a su enfermedad.
¿Crees que ella no ha tenido otras complicaciones? Claro que las tuvo. Pero te diré lo que hizo: cada vez que tuvo un problema, sin pensarlo dos veces la lleve al médico. ¿Y qué hacía el médico? ¡Le buscaba una solución!
¿Entiendes? Mientras estemos en esta tierra el pecado nunca dejará de ser un problema para los hijos de Dios. Si antes de acudir a Cristo esperas vencer todos tus pecados, entonces nunca lo harás.
Como personas de carne y hueso que somos, el pecado será un problema que tendremos que enfrentar diariamente, puesto que esa parte de nosotros está ligada a aquel tipo de deseos y placeres.
El pecado fácilmente puede representarse como una enfermedad, mayormente para el espíritu, puesto que esto nos intoxica si le damos cabida en nuestras vidas, haciendo que nos alejemos de Dios muchas veces de manera consciente o inconsciente.
Frente a esto podemos entender que debemos ser atendidos por alguien que pueda tratar nuestro caso, y ese es Cristo, quien murió en la cruz para darnos las soluciones que necesitamos.
Acercarnos a Dios traerá como consecuencia que amemos más lo que Él ama y repugnemos lo que no es de su agrado.
Esto no quiere decir que dejaremos de pecar, sino que tendremos la fortaleza para huir de la tentación y vencer cualquier cosa que se nos presente. La mejor forma de ganar la lucha contra el pecado es por medio de aquel que lo llevo y venció en la cruz, quien nos ayudará en cada una de nuestras debilidades y perfeccionará la obra que ha comenzado en nosotros.
«Por tanto, hermanos, sepan que por medio de Jesús se les anuncia a ustedes el perdón de los pecados. Ustedes no pudieron ser justificados de esos pecados por la ley de Moisés, pero todo el que cree es justificado por medio de Jesús», Hechos 13:38-39.