Un canasto de carbón

Esta es la historia de Carim, una niña que vivía con su familia en una pequeña granja entre las montañas. Su abuelo solía leerles a ella y a sus hermanos una porción de la biblia, alrededor de la mesa.

Un canasto de carbón
Un canasto de carbón

Aunque a ella le fascinaba escuchar y leer textos de la biblia, se sentía frustrada, ya que no podía recordar todo lo que estudiaba. El anciano les explicaba el significado de los versos que leían, pero aún así pensaba que era en vano, pues al transcurrir los días Carim olvidaba todo.

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Un día se encontraban leyendo la biblia alrededor de la chimenea. Y observó a su abuelo mientras tomaba carbón de un viejo canasto y lo añadía, poco a poco, al fuego.

Abuelo —dijo la pequeña— a veces siento que leemos la Biblia en vano.

¿Por qué piensas eso? — preguntó el anciano.

Porque no puedo recordar cada párrafo que leemos, soy muy olvidadiza —le explicó.

El abuelo hizo silencio por un rato. Y luego le dijo: –Hazme un favor, toma el canasto del carbón y ve a traerme agua del río.

A lo que ella obedeció, pero el agua se había caído por completo antes de que pudiera regresar a casa.

El anciano miró a la niña mientras revelaba una gran sonrisa y le dijo –Vuelve allá pero debes correr para que el agua no se derrame por completo.

Así lo volvió a intentar y esta vez corrió tal como se lo había pedido, pero el agua volvió a caerse toda.

Es imposible, mejor llevaré otro recipiente — dijo la niña.

No quiero que lleves otro recipiente, solo trata de correr más rápido —le decía su abuelo, como si estuviera seguro de que lo lograría.

Carim sabía que sería en vano, pero volvió a intentar, solo para demostrarle que no se podía, por más rápido que corriera.

Ves que es inútil —dijo la niña agotada y frustrada.

¿Por qué dices que es inútil?, mira dentro del canasto, ¿ves algo diferente? —preguntó su abuelo.

Ella miró adentro sin notar alguna diferencia, y al ver su confusión, el anciano le dijo: ¿Puedes ver que ahora está limpio?

Echó un vistazo de nuevo y en efecto el canasto ya no tenía ninguna mancha de carbón y hasta parecía nueva.

Eso pasa cuando lees la Biblia — le dijo— Aunque crees que es inútil porque no retienes nada, es importante leerla constantemente porque nos limpia por dentro, nuestra mente, nuestra alma y nuestros pensamientos.

La Biblia nos enseña, nos exhorta, también nos confronta y sobre todo transforma nuestra vida desde adentro hacia afuera.

En ellas conocemos nuestra identidad como hijos de Dios y nos muestra cuál será nuestro futuro. Pero habla también del mensaje esperanzador de Jesucristo cuando vino a la tierra para restaurarnos de la caída de la humanidad, y devolvernos el inmerecido regalo de la vida eterna, que es la más grande expresión de amor de Dios por nosotros.

El tesoro que encontramos en la Biblia es que nos enseña los pensamientos de Dios y sus deseos para con nosotros, qué es lo que promete a nuestras vidas y también cuál será nuestro propósito mientras estemos vivos, aún también en la eternidad.

No subestimemos el valor de las Escrituras, en su lugar, procuremos hacerla parte importante y esencial de nuestras vidas, algo que consumamos diariamente para crecer en aquel que tanto nos ama, el Señor.

«Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón», Hebreos 4:12.

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