Un nómada es un miembro de un pueblo o tribu que no tiene una residencia fija, sino que se desplaza de un lugar a otro dentro de un territorio específico, llevando consigo todas sus pertenencias, incluidas sus viviendas.

Los pueblos nómadas suelen moverse estacionalmente, siguiendo el suministro de alimentos o desplazándose para satisfacer las necesidades de pastoreo de sus rebaños. Por este motivo, suelen ser cazadores y recolectores en lugar de agricultores que cultivan campos, viñedos y huertos.
Poco después de Adán y Eva, las personas empezaron a establecerse rápidamente en ciudades. En Génesis 4:17, Caín comenzó a construir una ciudad para su clan. Poco después del diluvio, Noé se estableció y plantó un viñedo, lo que sugiere que él no era nómada (Génesis 9:20). En Génesis 11, la gente construyó una torre y una ciudad en la tierra.
Abraham es la primera persona en las Escrituras que parece ser identificada específicamente como alguien que lleva un estilo de vida nómada. Se trasladaba de un lugar a otro en una tierra que no le pertenecía, viviendo en tiendas de campaña. Aunque Dios le había prometido dar la tierra a sus descendientes, Abraham aún era considerado un visitante sin propiedad alguna. Finalmente, tuvo que comprar terreno para sepultar a su esposa (Génesis 23:4).
Cuando el pueblo de Israel salió de Egipto, vagó por el desierto durante 40 años viviendo como nómadas. Incluso el tabernáculo era móvil para poder ser transportado de un lugar a otro. Sin embargo, cuando finalmente conquistaron Canaán, la población se estableció rápidamente en ciudades y aquellos que no residían en ellas tenían propiedades con límites definidos.
Algunos grupos mencionados en la Biblia mostraban tendencias nómadas, como los madianitas, «Veo al pueblo de Cusán angustiado y temerosa la nación de Madián», (Habacuc 3:7) y los recabitas (Jeremías 35:8-10). A pesar de que en entornos más rigurosos como los desiertos puede ser necesario adoptar un estilo de vida nómada (y aún hoy en día muchos nómadas residen en los desiertos del Medio Oriente), la mayoría de las personas tienden a preferir establecerse en residencias permanentes.
En las Escrituras, no se hace referencia explícita a los cristianos como nómadas; sin embargo, se nos advierte que este mundo no es nuestro hogar verdadero, pues somos extranjeros y peregrinos en esta tierra. Según se menciona en «Todas estas personas murieron con fe, sin haber recibido lo prometido; pero vieron las promesas de lejos y las aceptaron con gusto. Reconocían que eran extranjeros y residentes temporales aquí en la tierra» (Hebreos 11:13), ya que nuestra verdadera ciudadanía pertenece al reino de Dios.
A diferencia de los nómadas, quienes evitan establecerse o invertir en estructuras «permanentes» debido a su constante movilidad, muchos problemas que enfrentan los cristianos surgen cuando olvidamos el lugar donde reside nuestra auténtica ciudadanía y nos aferramos demasiado a las comodidades terrenales.
Debemos seguir el ejemplo de los patriarcas, quienes vivieron «como extranjeros en tierras extrañas», siempre anhelando la ciudad con cimientos sólidos, cuyo arquitecto y constructor es Dios (Hebreos 11:9-10).
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