En la Biblia hebrea, un mikvah es una acumulación de agua utilizada como piscina para la limpieza ceremonial. Después de la inmersión en un mikvah, una persona considerada impura o ceremonialmente impura se volvía pura o limpia. Era un requisito fundamental estar limpio ceremonialmente antes de entrar en el templo.

La limpieza ceremonial se menciona en diversas situaciones, como por ejemplo:
- Las mujeres después del parto o durante su ciclo menstrual Levítico 15:19-30.
- Los hombres después de tener relaciones sexuales.
- Después de haber tenido contacto con un cadáver Números 19:18-19.
- Incluso la ropa y los utensilios podían ser purificados por inmersión Levítico 11:32.
Posteriormente, la inmersión ritual —conocida como bautismo también se incorporó como parte del proceso de conversión al judaísmo para los prosélitos.
Requisitos para un mikvah
Según Levítico 11:36, cualquier cuerpo de agua natural puede servir como mikvah. Hoy en día, los mikvaot (plural de mikvah) también pueden ser construidos en el interior de casas, pero deben cumplir ciertos requisitos:
- El mikvah debe estar excavado bajo tierra y no ser portátil.
- Debe estar conectado con agua natural, como agua de lluvia.
- Suele haber una piscina principal para la inmersión, y una secundaria con agua natural. Ambas deben estar conectadas por un canal que permita la mezcla del agua, haciendo válida la inmersión.
Aunque existen diferencias en el uso del mikvah entre judíos ortodoxos, conservadores, reformistas y reconstruccionistas, todos coinciden en la importancia simbólica de la purificación espiritual. En la práctica actual, se espera que la persona esté físicamente limpia antes de entrar al agua, pues el enfoque está en la limpieza espiritual.
Mikvah: esperanza y agua viva
La palabra “mikvah” comparte raíz hebrea con la palabra “esperanza”. En Jeremías 17:13 se presenta un juego de palabras:Oh Señor, esperanza (mikvah) de Israel, todos los que te abandonan serán avergonzados… porque abandonaron al Señor, fuente de aguas vivas.
Este vínculo entre la esperanza y el agua viva subraya que Dios mismo es la fuente de pureza y restauración. El agua viva era indispensable para un mikvah válido, y este detalle adquiere un profundo sentido cuando Jesús se presenta como el agua viva Juan 4:10.
Del mikvah al bautismo cristiano
El uso del mikvah en la purificación ceremonial ofrece el trasfondo perfecto para entender el bautismo en el Nuevo Testamento. Cuando Juan el Bautista predicaba y bautizaba, sus oyentes comprendían que al sumergirse estaban confesando su impureza espiritual y su necesidad de arrepentimiento.
Por eso Juan se resistía a bautizar a Jesús Mateo 3:13-14, y por eso también confrontó a los fariseos que se acercaban sin un corazón arrepentido Mateo 3:7.
De manera similar, el bautismo cristiano fue entendido como un acto de arrepentimiento y fe, como se observa en Hechos 2:37-38, cuando Pedro llama al pueblo a arrepentirse y ser bautizados en el nombre de Jesucristo para perdón de pecados.
Jesús y el nuevo nacimiento
Cuando Jesús le dice a Nicodemo: “El que no naciere de agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios” Juan 3:5, Nicodemo, como maestro de la ley, habría entendido la alusión al mikvah. Jesús enseña que, más allá de una limpieza externa, el ser humano necesita una transformación espiritual que solo el Espíritu Santo puede realizar.
Bautismo cristiano: una sola purificación
A diferencia de la inmersión ritual en el mikvah, que debía repetirse en diversas ocasiones, el bautismo cristiano es un acto único que representa la purificación definitiva que Cristo realiza en el creyente. Como dice Pablo en Tito 3:5:
“Él nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo.”
Conclusión
El mikvah era más que una simple tradición; era un símbolo de necesidad espiritual, de arrepentimiento y purificación. En el cristianismo, esa figura se cumple plenamente en el bautismo, no como un rito vacío, sino como la expresión externa de una obra interior de Dios.
Cristo es el agua viva que purifica y renueva. Su sacrificio nos ofrece una limpieza que no necesita repetirse, y mediante el nuevo nacimiento por agua y Espíritu somos hechos nuevas criaturas.
Reflexión final
Así como el mikvah señalaba la necesidad de pureza para acercarse a Dios, el bautismo en Cristo nos recuerda que solo por Su gracia podemos ser hechos limpios. Que vivamos cada día como quienes han sido purificados por la sangre del Cordero, andando en novedad de vida y esperando con esperanza la gloria venidera.
“Acérquense a Dios con corazón sincero y con plena certidumbre de fe, teniendo el corazón purificado de mala conciencia, y el cuerpo lavado con agua pura.”
— Hebreos 10:22