¿Por qué soy responsable de mi pecado cuando no pedí nacer?

Muchos padres han escuchado algo similar a ¡No pedí nacer! de sus hijos, esto ocurre cuando el niño se opone a algo como la responsabilidad o una tarea desagradable.

¿Por qué soy responsable de mi pecado cuando no pedí nacer?

Sin embargo, esa lógica no se aplica cuando el niño recibe un regalo, solicita ayuda o elige sus preferencias. Existe una contradicción en la queja de que «nadie pidió ser traído al mundo». Más allá de eso, el concepto es irrelevante, utilizando los mismos estándares aplicados a otras situaciones, Dios está plenamente justificado al exigir responsabilidades a Sus creaciones. Y como Sus creaciones, debemos reconocer tanto los beneficios de la existencia como las dificultades.

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En primer lugar, pedir existir es contradictorio, si alguien o algo pide, ya existe. Si no existe, no puede aceptar ni rechazar ser creado. Desde un punto de vista lógico estricto, decir «No pedí nacer» carece de sentido o es obvio, pero en cualquier caso resulta ilógico. Cuando somos concebidos, llegamos a existir como seres vivientes; no hay nadie que consultar antes de eso.

Esta es la cruda realidad de la existencia, independientemente de si uno está satisfecho con su existencia o no, sigue existiendo, lo crucial radica en las elecciones que una persona tome con respecto a su propia vida. Tanto las filosofías cristianas como no cristianas han enfrentado este dilema y han llegado a conclusiones similares. En términos simples, existimos y por tanto debemos aceptar nuestra existencia tal como es. Aunque prefiramos nunca haber nacido, ya estamos aquí y eso es inmutable.

El libro de Romanos aborda indirectamente la queja de «No pedí nacer». Pablo se dirige a aquellos que cuestionan la soberanía de Dios diciendo: ¿Quién eres tú para discutir con Dios? ¿Acaso puede decirle el objeto moldeado al que lo formó: ‘¿Por qué me has hecho así?’? ¿Acaso el alfarero no tiene derecho sobre el barro para hacer un uso diferente del mismo material?.

Cuando creamos algo, presumimos, con razón, el derecho de decidir su propósito, nadie «pregunta» a una olla, a una computadora o a una pintura por permiso para ser creada. Tampoco asumimos que la cosa creada tiene más autoridad que nosotros. Como personas falibles, a menudo luchamos por recordar que somos seres creados y Dios es nuestro Creador. No hay nada contradictorio ni injusto en que Dios nos haga responsables del pecado, incluso si no participamos en el inicio de nuestra propia existencia.

Es importante reconocer que no todas las quejas sobre la vida son insignificantes, tampoco son siempre infantiles o superficiales. Algunos desearían nunca haber nacido en respuesta a una tragedia personal intensa y al dolor Job 3:1-3. Sin embargo, se aplican los mismos conceptos básicos. Incluso aquellos que luchan con circunstancias de vida horribles fueron creados por Dios con un propósito, y ese propósito incluye no solo la elección, sino también la posibilidad de la felicidad eterna.

El otro lado del argumento «Nunca pedí a Dios que me creara» son los beneficios involucrados. Aquellos que afirman que no querían ser creados lo hacen siempre en el contexto de rechazar la moralidad de Dios, la salvación exclusiva o un infierno eterno. Sin embargo, ser creados también nos brinda la oportunidad de vivir en dicha eterna Deuteronomio 30:15; Hechos 16:31. Todo pecado es una elección Así que ya sea que comáis o bebáis u otra cosa hagáis, hacedlo todo para la gloria de Dios 1 Corintios 10:31, y aquellos que eligen rechazar la oferta de Salvación en Cristo Quienes creen en el Hijo de Dios poseen vida eterna, quienes desobedecen al Hijo nunca experimentarán la vida eterna, sino que permanecerán bajo la ira del juicio divino Juan 3:36 están realmente eligiendo. Contestar al juicio de Dios con nunca pedí esta elección equivale a decir «Quiero hacer las cosas a mi manera y aún así obtener los resultados deseados».

No existe una forma genuina de «solicitar ser creado». El hecho de que solo Dios determine nuestro inicio no nos exime de responsabilidad en cuanto al pecado o la salvación. La única situación en la que sería preferible no haber sido creados es si optamos por rechazar a nuestro Creador. En vez de lamentarnos por tener que elegir entre la miseria eterna y la dicha eterna, deberíamos regocijarnos por tener la posibilidad de una existencia infinita junto a Dios.

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