¿Hay algo malo con la oración repetitiva?

La expresión «oración repetitiva» puede tener varios significados. Dependiendo de la interpretación exacta de «repetitiva», es posible que exista o no un problema con la oración que se repite.

¿Hay algo malo con la oración repetitiva?

Oración Repetitiva—Mantras

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Una oración se considera repetitiva cuando una persona repite la misma frase una y otra vez como si fuera un mantra o una fórmula, lo cual no está respaldado en la Biblia. En Mateo 6:7, Jesús advierte: Y al orar, no usen vanas repeticiones, como los gentiles que piensan que por mucho hablar serán escuchados. La palabra griega traducida como «vanas repeticiones» hace referencia a utilizar las mismas palabras en exceso o a un balbuceo sin sentido. Rezar simplemente repitiendo una palabra o frase una y otra vez va en contra de las enseñanzas bíblicas. La oración no es un conjuro mágico, ni consiste en decir las palabras «correctas» un número específico de veces. Orar no es llevar cuentas como si se rezara el rosario. La oración es un medio de comunicación con el Dios del universo facilitado por el sacrificio de Jesucristo. La repetición vacía tiende a favorecer la superstición sobre la obra divina. No son nuestras plegarias ni nuestras palabras las que tienen poder, sino el Dios al cual dirigimos nuestra oración.

Oración Repetitiva—Hábitos o Rutinas

Rezar lo mismo con frecuencia o emplear términos similares en nuestras plegarias también podría considerarse una forma de «oración repetitiva». Por ejemplo, algunas personas prefieren recitar el Padre Nuestro, mientras que otras siguen una lista preestablecida de oraciones. O simplemente suelen dirigirse a Dios diciendo lo mismo día tras día debido a su familiaridad con ciertas frases y estructuras lingüísticas que les resultan cómodas. No hay nada intrínsecamente «malo» en este tipo de práctica, pero sería prudente examinar nuestros corazones: ¿realmente estamos comunicándonos con sinceridad mediante la oración, o simplemente seguimos patrones establecidos?

Una manera útil se evita conceptualizar la oración es como entablar una conversación con un ser cercano. Cuando nuestra pareja pregunta acerca de nuestro día, solemos compartir muchas veces las mismas experiencias diarias. La repetición de nuestras palabras no representa necesariamente un inconveniente; simplemente refleja la naturaleza rutinaria de nuestras jornadas y diálogos. Sin embargo, si respondemos únicamente con un simple «Bien», sabemos que hay una falta en la comunicación. El mismo principio se aplica a nuestras oraciones. Es posible que recitemos las mismas peticiones una y otra vez y utilicemos las mismas palabras de manera rutinaria. No obstante, si estas se convierten en meras expresiones vacías, surge un problema. Deseamos realmente entablar un diálogo con Dios, no limitarnos a repetir mecánicamente frases o hablar de memoria.

Es fundamental recordar que la oración es un privilegio. Se nos ha concedido el acceso al Dios Altísimo. Él no es una idea secundaria, y la oración va más allá de ser solo una costumbre. Debemos mantenernos en un constante estado de oración Nunca cesen de orar 1 Tesalonicenses 5:17 y acercarnos con confianza al trono de gracia de Dios Así que acerquémonos con confianza al trono del Dios misericordioso para recibir su bondadosa ayuda Hebreos 4:16. No obstante, también debemos asegurarnos de dirigir nuestra atención al Único que está sentado en el trono y no limitarnos a pronunciar palabras por el mero hecho de hacerlo.

Oraciones Persistentes — Intercesiones Constantes

En cierto sentido, la oración persistente puede considerarse asimismo como una forma de repetición en la oración. Todos tenemos peticiones que llevamos años presentando: la salvación de algún ser querido perdido, la restauración de una relación dañada o el perdón por algún pecado recurrente. En las parábolas sobre el amigo importuno (Lucas 11:5-10) y de la parábola de la viuda persistente (Lucas 18:1-8), Jesús nos exhortó a continuar presentando nuestras peticiones delante de Dios. Debemos «orar siempre, sin desfallecer» En cierta ocasión, Jesús les contó a sus discípulos una historia para enseñarles que debían orar continuamente y jamás rendirse Lucas 18:1).

La oración perseverante fortalece nuestra confianza en Dios y evidencia nuestra convicción de que solo Él tiene el poder de transformar verdaderamente las circunstancias. Constituye una manera sincera de comunicarnos con Dios y de presentarle constantemente las cargas que llevamos en nuestro corazón. En Cristo, somos considerados hijos de Dios y Él se interesa profundamente por cada uno de nosotros. Si un juez injusto accede a nuestras demandas simplemente porque insistimos, ¿cuánto más responderá nuestro justo Padre celestial cuando lo buscamos incesantemente en oración?

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