Está llegando el momento, mejor dicho, ha llegado ya, en que los hombres que rinden verdadero culto al Padre se lo rindan en espíritu y en verdad. Estos son, en efecto, los adoradores que el Padre quiere.
Así que en todo momento ofrezcamos a Dios, por medio de Jesucristo, un sacrificio de alabanza; esto es, el sacrificio que le presenta el fruto de unos labios que bendicen su nombre sin cesar.
y recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados. Cantad y tocad para el Señor desde lo hondo del corazón,
Y oí también decir a las criaturas todas del cielo y de la tierra, de debajo de la tierra y del mar: -Alabanza, honor, gloria y poder por los siglos sin fin al que está sentado en el trono y al Cordero.
y proclamaban en un inmenso coro: -Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza.
Y los que iban delante y los que iban detrás gritaban: - ¡Viva el Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Gloria al Dios altísimo!
Por eso le preguntaron: - ¿No oyes lo que éstos están diciendo? Jesús les contestó: - ¡Claro que lo oigo! Pero ¿es que nunca habéis leído en las Escrituras que la alabanza brotará de labios de los pequeños y de los niños de pecho?
Cantaron después el himno de acción de gracias y salieron hacia el monte de los Olivos.
Entonces dijo María: - Todo mi ser ensalza al Señor. Mi corazón está lleno de alegría a causa de Dios, mi Salvador,
En aquel mismo instante apareció junto al ángel una multitud de otros ángeles del cielo, que alababan al Señor y decían: - ¡Gloria a Dios en las alturas! ¡Paz en la tierra a los hombres que gozan de su favor!
Cuando ya se acercaba a la bajada del monte de los Olivos, los discípulos de Jesús, que eran muchos, se pusieron a gritar de alegría, alabando a Dios por todos los milagros que habían visto. Decían: - ¡Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria al Dios altísimo!
Está llegando el momento, mejor dicho, ha llegado ya, en que los hombres que rinden verdadero culto al Padre se lo rindan en espíritu y en verdad. Estos son, en efecto, los adoradores que el Padre quiere. Dios es espíritu, y quienes le rinden culto deben hacerlo en espíritu y en verdad.
a diario asistían juntos al templo, celebraban en familia la cena del Señor y compartían juntos el alimento con sencillez y alegría sinceras; alababan a Dios, y toda la gente los miraba con simpatía. Por su parte, el Señor aumentaba cada día el grupo de los que estaban en camino de salvación.
Hacia la media noche, Pablo y Silas estaban orando y cantando alabanzas a Dios, mientras los otros presos escuchaban. Repentinamente, un violento temblor de tierra sacudió los cimientos de la prisión. Se abrieron de golpe todas las puertas y se soltaron las cadenas de los presos.
Pero también acoge misericordiosamente a los demás pueblos, para que puedan alabar a Dios, como dice la Escritura: Por eso te alabaré en medio de los pueblos y cantaré himnos en tu honor.
Si se trata de hablar un lenguaje misterioso, que lo hagan dos cada vez, o, a lo sumo, tres; y además por turno y contando con la presencia de uno que interprete lo que dicen.
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y fuente de todo consuelo. El es quien nos conforta en todos nuestros sufrimientos, a fin de que también nosotros podamos confortar a los que se hallan atribulados, compartiendo con ellos el consuelo que de Dios hemos recibido.
De este modo, la bondad tan generosamente derramada sobre nosotros por medio de su Hijo querido, se convierte en himno de alabanza a su gloria.
Así, nosotros, los que antes esperábamos en Cristo, seremos un himno viviente a la gloria de Dios.
Ni os emborrachéis, si no queréis dar en el libertinaje; llenaos, por el contrario, del Espíritu, y recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados. Cantad y tocad para el Señor desde lo hondo del corazón, dando gracias siempre y por todo a Dios Padre en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.
y estaréis cargados de los frutos de salvación que otorga Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios.
Finalmente, hermanos, tomad en consideración todo cuanto hay de verdadero , de noble, de justo, de limpio, de amable, de laudable; todo cuanto suponga virtud y sea digno de elogio.
deis gracias al Padre, que os ha juzgado dignos de compartir la herencia de su pueblo en el reino de la luz.
El mensaje de Cristo llene con toda su riqueza vuestros corazones, y sed de veras maestros y consejeros los unos de los otros. Con un corazón profundamente agradecido, cantad a Dios salmos, himnos y canciones inspiradas. En fin, cuanto hagáis o digáis, hacedlo en nombre de Jesús, el Señor, dando gracias a Dios Padre por medio de él.
Estad siempre alegres. No ceséis de orar. Manteneos en constante acción de gracias, porque esto es lo que Dios quiere de vosotros en Cristo Jesús.
Al que es rey de los siglos, al Dios inmortal, invisible y único, honor y gloria por siempre. Amén.
Hermanos, como veis, la muerte de Jesús nos ha dejado vía libre hacia el santuario, abriéndonos un camino nuevo y viviente a través del velo de su propia humanidad. Jesús es, además, el gran sacerdote puesto al frente del pueblo de Dios. Acerquémonos, pues, a Dios con un corazón sincero y lleno de fe; acerquémonos con una conciencia limpia de pecado y con el cuerpo bañado en agua pura.
Y, puesto que somos nosotros los que recibimos ese reino inconmovible, seamos agradecidos, ridiendo así, respetuosos y reverentes, un culto agradable a Dios.
Bendito sea Dios, padre de nuestro Señor Jesucristo, que, por su inmenso amor y mediante la resurrección de Jesucristo, nos ha hecho renacer a una vida de esperanza,
Pero vosotros sois 'raza elegida, sacerdocio real, nación consagrada, pueblo de su posesión', destinado a cantar las grandezas del Dios que os llamó de las tinieblas a su luz maravillosa.
El que habla, que comunique palabra de Dios. El que presta un servicio, hágalo consciente de que es Dios quien le da las fuerzas. Así, en todo lo que hagáis, Dios resultará glorificado por medio de Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el poder para siempre. Amén.
Y creced en gracia y en conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él la gloria ahora y por siempre. Amén.
¡Qué amor tan inmenso el del Padre, que nos proclama y nos hace hijos suyos! Si el mundo nos ignora, es porque no conoce a Dios.
contando con que a unos los salvaréis arrancándolos del fuego; pero a otros sólo podréis compadecerlos, y eso con cautela, evitando incluso el contacto superficial con su torpe manera de vivir. Sólo Dios, nuestro Salvador, puede manteneros limpios de pecados y conduciros alegres e intachables hasta su gloriosa presencia. A él sea la gloria, la majestad, la soberanía y el poder, por medio de nuestro Señor Jesucristo, desde antes de todos los tiempos, ahora y por los siglos de los siglos sin fin. Amén.
y de parte de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de todos los resucitados y el dominador de todos los reyes de la tierra. Al que nos ama y nos ha liberado con su muerte de nuestros pecados,
Seis alas tenía cada viviente, y eran todo ojos por fuera y por dentro. Día y noche proclaman sin descanso: -Santo, santo, santo, Señor Dios, dueño de todo. el que es, el que era, el que está para llegar. Y cada vez que los cuatro vivientes tributan gloria y honor y acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por siempre, los veinticuatro ancianos caen de rodillas ante el que está sentado en el trono, adoran al que vive por siempre y arrojan sus coronas a los pies del trono, diciendo: - Señor y Dios nuestro: ¡Quién como tú merecedor de la gloria, del honor y del poder! Porque tú has creado todas las cosas; en tu designio existían, y fueron creadas.
y proclamaban en un inmenso coro: -Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza. Y oí también decir a las criaturas todas del cielo y de la tierra, de debajo de la tierra y del mar: -Alabanza, honor, gloria y poder por los siglos sin fin al que está sentado en el trono y al Cordero.
Vi luego una muchedumbre inmensa, incontable. Gentes de toda nación, raza , pueblo y lengua; todos de pie delante del trono y del Cordero; todos vestidos con túnica blanca, llevando palmas en la mano y proclamando con voz poderosa: - La salvación viene de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero. Y todos los ángeles que estaban alrededor del trono, de los ancianos y de los cuatro seres vivientes, cayeron rostro a tierra delante del trono y adoraron a Dios, diciendo: - Amén. A nuestro Dios la alabanza, la gloria, la sabiduría, la acción de gracias, el honor, el poder y la fuerza por siempre. Amén.
Gracias, porque tu ira ha hecho añicos el furor de las naciones y porque ha sonado al fin la hora del juicio, la hora de premiar a tus siervos los profetas, a los santos y a cuantos, humildes y poderosos, veneran tu nombre ; la hora de exterminar a los contaminadores de la tierra.
Ellos le vencieron por medio de la sangre del Cordero y por medio del mensaje con que testificaron, sin que su amor a la vida les hiciera rehuir la muerte. ¡Alegraos, por tanto, cielos, y quienes en ellos tenéis vuestra morada! Temblad, en cambio, vosotros, tierra y mar, porque el diablo ha bajado hasta vosotros ebrio de furor, sabiendo que es corto el tiempo con que cuenta.
cantaban el cántico de Moisés, siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: - Maravillas sin cuento has realizado, Señor Dios, dueño de todo; recto y fiel es tu proceder, rey de las naciones. ¿Cómo no temerte, Señor? ¿Cómo no engrandecerte? Sólo tú eres santo. Ante ti vendrán a postrarse todas las naciones, porque se han hecho patentes tus designios de salvación.
Después de esto, oí en el cielo algo como la potente voz de una gran muchedumbre que cantaba: - ¡Aleluya! Nuestro Dios es un Dios salvador, fuerte y glorioso,
Salió también del trono una voz que decía: - Alabad a nuestro Dios todos cuantos le servís y teméis, humildes y poderosos. Y oí algo como la voz de una muchedumbre inmensa, como el rumor de aguas caudalosas, como el retumbar de truenos fragorosos. Decían: - ¡Aleluya! El Señor Dios nuestro, dueño de todo, ha establecido su reinado.
cortaron ramos de palmera y salieron a su encuentro gritando: - ¡Viva! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito sea el rey de Israel!
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