porque todo lo que hay en el mundo: las bajas pasiones de la carne, los deseos de los ojos y lo vano del mundo, no proceden del Padre, sino del mundo mismo.
la codicia, la maldad, el engaño, la lascivia, el ojo envidioso, la blasfemia, la vanagloria y la insensatez. Todas estas maldades provienen de adentro y contaminan al hombre.
y el concepto que tengan respecto a ustedes mismos, ténganlo también respecto a sus hermanos, y no piensen con mente altiva, sino reúnanse con los humildes. No sean sabios en su propia opinión.
Y si diera todo lo que poseo para que coman los menesterosos, y si entregara mi cuerpo para ser quemado, pero no tuviera amor en mí, de nada me aprovecharía.
El hermano pobre gloríese en su exaltación, y el rico en su humillación, porque él pasa como la flor de la hierba;
sino EL QUE SE GLORÍA, GLORÍESE EN YAHWEH. Porque no es aprobado el que se alaba a sí mismo, sino aquel a quien Yahweh alaba.
Y todos sus hechos los llevan a cabo para ser vistos por los hombres, pues ensanchan sus filacterias[40] y prolongan los flecos de sus túnicas; les gusta los lugares de honor en los banquetes y los principales asientos en las sinagogas; los saludos reverentes en las calles y ser llamados por los hombres 'Rabí'.
Ha dado victoria con su brazo; ha esparcido a los soberbios por causa del pensamiento de su corazón;
Pero Jesús les dijo: Son ustedes quienes se justifican a sí mismos ante los hombres, pero Dios conoce sus corazones, porque lo que es sublime entre los hombres, es abominable ante Dios.
También se refirió con una parábola a algunos que confiaban en sí mismos que eran justos y despreciaban a los demás: Subieron dos hombres al templo a orar; uno era fariseo y el otro publicano. Entonces el fariseo, puesto de pie, oraba para sí de este modo: 'Dios, te doy gracias que no soy como los demás: ladrones, codiciosos, adúlteros, ni como este publicano. Ayuno dos veces a la semana y doy el diezmo de todo lo que gano'. Pero el publicano, de pie a distancia, ni siquiera quería levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: 'Dios, ten piedad de mí, pecador'. Les digo que este descendió a su casa justificado, más que el fariseo, porque cualquiera que se enaltezca, será humillado, pero cualquiera que se humille, será enaltecido.
murmuración, calumnia, aborrecedores de Dios, insolentes, soberbios, jactanciosos, inventores de males, insensatos, desobedientes a sus padres,
Bien, ellas fueron cortadas porque no creyeron, pero tú permaneces por la fe. No te exaltes en tu mente, sino teme,
Digo yo, pues, a todos ustedes, por la gracia que me fue dada, que ninguno tenga un más alto concepto de sí que el que deba tener, sino cada uno piense sobriamente, según la medida de fe que Dios le impartió;
Porque, ¿quién te ha examinado? ¿O qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué haces alarde de ellos como si no lo hubieras recibido?
En cuanto a los sacrificios a los ídolos, sabemos que todos nosotros tenemos conocimiento; y el conocimiento envanece, pero el amor edifica.
El amor es paciente y bondadoso; el amor no tiene envidia; el amor no es contencioso, no se ensorbece,
y no seamos vanagloriosos menospreciándonos unos a otros, teniendo envidia unos de otros.
con toda humildad en su modo de pensar, mansedumbre[4] y paciencia, tolerándose unos a otros en amor,
No hagan nada por contienda o por vanagloria, sino con humildad de manera de pensar; cada quien considere al otro de mayor importancia que a sí mismo;
Y haya en ustedes este modo de pensar que también hubo en Jesucristo, quien siendo a la imagen de Dios no consideró el aferrarse[2] a ella, siendo que es igual a Dios, sino que despojándose a sí mismo, tomó la semejanza de un siervo, y fue semejante a los hombres,
porque nosotros somos la circuncisión, los que adoramos a Dios en espíritu y nos gloriamos en Jesucristo, no teniendo confianza en la carne.
Así pues, como escogidos de Dios, santos y amados, vístanse de compasión, de piedad, de bondad, de una actitud humilde, de mansedumbre[1] y de paciencia.
es un arrogante que no entiende nada, sino que tiene un interés morboso por desacuerdos y discusiones contenciosas, de las cuales surgen celos, discordias, blasfemias, formas de pensar malignas
porque habrá hombres amadores de sí mismos, amantes del dinero, jactanciosos, altivos, blasfemos, desobedientes a sus padres, ingratos, impíos,
que no injurien a nadie, que no sean contenciosos sino mansos, y muestren en todas las cosas su bondad para con todos los hombres,
Pero si hay envidia amarga o rivalidad en sus corazones, no se enaltezcan contra la verdad ni engañen, porque entonces tal sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino que es terrenal, de los razonamientos del alma y de los espíritus malignos. Porque donde hay envidia o rivalidad, también ahí hay confusión y toda cosa maligna.
Pero nuestro Señor nos ha dado gracia en abundancia, por lo cual dice: Dios humilla a los soberbios, pero da gracia a los humildes.
Finalmente, estén todos en armonía. Sufran con los que sufren, ámense unos a otros, y sean compasivos y mansos,
Y ustedes, jóvenes, sujétense a sus dignatarios y vístanse vigorosamente con una actitud humilde para con los demás, porque Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes. Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios para que Él los exalte a su debido tiempo,
y retribuyendo con ira y furor a los que muestran oposición y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la iniquidad.
Tengo, pues, de qué jactarme en Jesucristo para con Dios, porque no me atrevo a hablar de algo que el Cristo no haya realizado por medio de mí, para la obediencia de los gentiles, por palabra y por obras,
Pero en lo que a mí respecta, no tengo de qué jactarme, sino solamente en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, mediante quien el mundo ha sido crucificado para mí, y yo he sido crucificado para el mundo.
Quiten de ustedes toda amargura, furia, ira, gritería y blasfemia, junto con cualquier maldad,
Que nadie pretenda condenarlos aparentando humildad a la adoración de ángeles, presumiendo de lo que no ha visto, hinchado sin razón por su manera carnal de pensar,
porque hablando de cosas vanas extravagantes, seducen por medio de los apetitos inmundos de la carne a los que a duras penas escaparon de los que andan en error.
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