porque tú colmarás de bendiciones al justo. Señor, con tu benevolencia, como con un escudo, nos has cubierto por todos lados.
Mira que yo soy el que te lo mando; buen ánimo y sé constante. No temas ni desmayes; porque contigo está el Señor Dios tuyo a cualquier parte que vayas.
Que amó tanto Dios al mundo, que no paró hasta dar a su hijo unigénito; a fin de que todos los que creen en él, no perezcan, sino que vivan vida eterna.
Sábete que quedarán confundidos y avergonzados todos aquellos que te hacen guerra; serán como si no fuesen, y perecerán los que te contradicen.
Porque él mandó a sus ángeles que cuidasen de ti; los cuales te guardarán en cuantos pasos dieres.
El amor es paciente, es dulce y bienhechor; el amor no tiene envidia, no obra precipitada ni temerariamente, no se ensoberbece,
Contemplad las azucenas cómo crecen, no trabajan, ni tampoco hilan; no obstante os digo, que ni Salomón con toda su magnificencia estuvo jamás vestido como una de estas flores.
Cantando estaré eternamente la misericordia del Señor. A hijos y nietos haré notoria por mi boca tu fidelidad.
Desde los últimos términos de la tierra clamé a ti; cuando mi corazón se hallaba más angustiado, tú me colocaste sobre una alta peña; tú fuiste mi guía.
Sabemos también nosotros que todas las cosas contribuyen al bien de los que aman a Dios, de aquellos, digo, que él ha llamado según su decreto para ser santos.
Callen ante mí las islas, y tomen nuevas fuerzas las gentes; acérquense, y hablen después, y entremos juntos en juicio:
Confía en el Señor con todo tu corazón, y no te apoyes en tu prudencia. En todas tus empresas tenle presente, y él sea quien dirija todos tus pasos.
Si alguno dice: Sí, yo amo a Dios, al paso que aborrece a su hermano, es un mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ve, ¿a Dios, a quien no ve, cómo podrá amarle?
Así que buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todas las demás cosas se os darán por añadidura.
Dios es nuestro refugio y fortaleza, nuestro defensor en las tribulaciones que tanto nos han acosado.
Y no queráis conformaros con este siglo, antes bien transformaos con la renovación de vuestro espíritu; a fin de acertar qué es lo bueno, y lo más agradable, y lo perfecto que Dios quiere de vosotros.
Al contrario, los frutos del espíritu son caridad, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, longanimidad, mansedumbre, fe, o fidelidad, modestia, continencia, castidad. Para los que viven de esta suerte no hay ley que sea contra ellos.
Por tanto, si alguno está en Cristo ya es una criatura nueva, se acabo lo que era viejo, y todo viene a ser nuevo; pues que todo ha sido renovado.
El Señor está al lado de los que tienen el corazón atribulado; y él salvará a los humildes de espíritu.
Porque de pura gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no viene de vosotros, siendo como es un don de Dios; tampoco en virtud de vuestras obras anteriores, puramente naturales, para que nadie pueda gloriarse.
No os inquietéis por la solicitud de cosa alguna; mas en todo presentad a Dios vuestras peticiones por medio de la oración y de las plegarias, acompañadas de acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepuja a todo entendimiento, sea la guardia de vuestros corazones y de vuestros sentimientos en Jesucristo.
Es el Nombre del Señor una torre fortísima; a él se acoge el varón justo, y será ensalzado.
Sed sobrios, y estad en continua vela; porque vuestro enemigo el diablo anda girando como león rugiente alrededor de vosotros, en busca de para que devorar.
Te alabaré, Señor, a vista de tu estupenda grandeza; maravillosas son todas tus obras, de cuyo conocimiento está penetrada toda mi alma.
Vosotros pusisteis para siempre vuestra esperanza en el Señor, en el Señor Dios, que es nuestra fortaleza eterna.
El Dios de la esperanza nuestra os colme de toda suerte de gozo y de paz en vuestra creencia, para que crezca vuestra esperanza siempre más y más, por la virtud del Espíritu Santo.
Hasta ahora no habéis tenido sino tentaciones humanas, u ordinarias; pero fiel es Dios, que no permitirá seáis tentados sobre vuestras fuerzas, sino que de la misma tentación os hará sacar provecho para que podáis sosteneros.
enseñándolas a observar todas las cosas que yo os he mandado. Y estad ciertos que yo mismo estaré siempre con vosotros, hasta la consumación de los siglos.
Abate al hombre la melancolía del corazón; y con la buena conversación se alegrará.
Pero pídala con fe sin sombra de duda, o desconfianza; pues quien anda dudando es semejante a la ola del mar alborotada y agitada de viento acá y allá.
entrad por sus puertas cantando alabanzas, venid a sus atrios entonando himnos, y tributadle acciones de gracias. Bendecid su Nombre,
Pues si confesareis con tu boca al Señor Jesús , y creyeres en tu corazón que Dios le ha resucitado de entre los muertos, serás salvo.
Al contrario, sed mutuamente afables, compasivos, perdonándoos los unos a los otros, así como también Dios os ha perdonado a vosotros por Cristo .
No hay criatura invisible a su vista; todas están desnudas y patentes a los ojos de este Señor, de quien hablamos.
Arroja en el seno del Señor tus ansiedades, y él te sustentará; no dejará al justo en agitación perpetua.
Porque yo tengo una firme confianza, que quien ha empezado en vosotros la buena obra de vuestra salud, la llevará a cabo hasta el día de la venida de Jesucristo;
y yo vivo ahora, o más bien no soy yo el que vivo, sino que Cristo vive en mí. Así la vida que vivo ahora en esta carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó, y se entregó a sí mismo a la muerte por mí.
Crea en mí, ¡oh Dios!, un corazón puro, y renueva en mis entrañas el espíritu de rectitud.
Porque el estipendio y paga del pecado es la muerte; pero la vida eterna es una gracia de Dios por Jesucristo nuestro Señor.
Por tanto, no te avergüences del testimonio de nuestro Señor, o de confesar tu fe públicamente, ni de mí que estoy en cadenas por amor suyo, antes bien padece y trabaja a una conmigo por el evangelio con la virtud que recibirás de Dios.
Brille así vuestra luz ante los hombres, de manera que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.
Con lo que te serán gratas las palabras o cánticos de mi boca, como también la meditación de mi corazón que haré yo siempre en tu acatamiento. ¡Oh Señor, amparo mío y redentor mío!
Por lo demás, hermanos míos, confortaos en el Señor, y en su virtud todopoderosa. Revestíos de toda la armadura de Dios, para poder contrarrestar las acechanzas del diablo.
Si dijéremos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.
siendo así que por causa de nuestras iniquidades fue él llagado, y despedazado por nuestras maldades; el castigo de que debía nacer nuestra paz con Dios, descargó sobre él, y con sus moretones fuimos nosotros curados.
Porque habéis de tener en vuestros corazones los mismos sentimientos que tuvo Jesucristo en el suyo,
Después de esto, ¿qué diremos ahora? Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?
No queráis amontonar tesoros para vosotros en la tierra, donde el orín y la polilla los consumen, y donde los ladrones los desentierran y roban. Atesorad más bien para vosotros tesoros en el cielo, donde no hay ni orín ni polillas que los consuman, ni tampoco ladrones que los desentierren y roben. Porque donde está tu tesoro, allí está también tu corazón.
No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque si perseveramos, a su tiempo recogeremos el fruto.
Vosotros que antes no erais tan siquiera pueblo, y ahora sois el pueblo de Dios; que no habíais alcanzado misericordia, y ahora la alcanzasteis.
Y en fin, a aquel Señor que es poderoso para hacer infinitamente más que todo lo que nosotros pedimos, o de todo cuanto pensamos, según el poder que obra eficazmente en nosotros,
A proporción de los muchos dolores que atormentaron mi corazón, tus consuelos llenaron de alegría mi alma.
Que los pensamientos míos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos son los caminos míos, dice el Señor; sino que cuanto se eleva el cielo sobre la tierra, así se elevan mis caminos sobre los caminos vuestros, y mis pensamientos sobre los pensamientos vuestros.
no desamparando nuestra congregación, o asamblea de los fieles, como es costumbre de algunos, sino, al contrario, alentándonos mutuamente, y tanto más cuanto más vecino viereis el día. Porque si pecamos a sabiendas después de haber reconocido la verdad, ya no nos queda hostia que ofrecer por los pecados,
El justo vivirá eternamente en la memoria de Dios y de los hombres; no temerá al oír malas nuevas. Su corazón está siempre dispuesto a esperar en el Señor.
Por lo cual no desmayamos; antes aunque en nosotros el hombre exterior o el cuerpo se vaya desmoronando, el interior o el espíritu se va renovando de día en día.
Alegraos con la esperanza del premio; sed pacientes en la tribulación; en la oración continuos;
Portaos sabiamente y con prudencia con aquellos que están fuera de la Iglesia, resarciendo el tiempo perdido.
Pruébame, ¡oh Dios mío¡, y sondea mi corazón; examíname y reconoce mis pasos; mira si hay en mí algún proceder vicioso y condúceme por el camino de la eternidad.
¿O desprecias tal vez las riquezas de su bondad, y de su paciencia, y largo sufrimiento? ¿No reparas que la bondad de Dios te está llamando a la penitencia?
Por lo demás, hermanos míos, todo lo que es conforme a la verdad, todo lo que respira pureza, todo lo justo, todo lo que es santo, o santifica, todo lo que os haga amables, todo lo que sirve al buen nombre, toda virtud, toda disciplina loable, esto sea vuestro estudio.
Digo, pues, en suma: Proceded según el espíritu de Dios, y no satisfaréis los apetitos de la carne.
Bendito el Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que nos ha colmado en Cristo de toda suerte de bendiciones espirituales del cielo,
Por consiguiente nada hay ahora digno de condenación en aquellos que están reengendrados en Cristo Jesús , y que no siguen la carne.
No temas, gusanillo, o débil Jacob , no tienes que temer; ni vosotros los que parecéis unos muertos de Israel. Yo soy tu auxilio, dice el Señor, y el Santo de Israel es el redentor tuyo.
Estad tranquilos, y considerad que yo soy el Dios; ensalzado he de ser entre las naciones, y ensalzado en toda la tierra.
y me respondió: Bástate mi gracia, porque el poder mío brilla y consigue su fin por medio de la flaqueza. Así que con gusto me gloriaré de mis flaquezas o enfermedades, para que haga morada en mí el poder de Cristo .
de manera que podamos animosamente decir: El Señor es quien me ayuda; no temeré cosa que hagan contra mí los hombres.
ir corriendo hacia el hito, para ganar el premio a que Dios llama desde lo alto por Jesucristo.
El Señor es el que me auxilia y protege; en él esperó mi corazón, y fui socorrido. Y resucitó mi carne; y así le alabaré con todo mi afecto.
Y sabemos que nos otorga cuanto le pedimos, en vista de que logramos las peticiones que le hacemos.
No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que obedezcáis a sus concupiscencias. Ni tampoco abandonéis más vuestro cuerpo al pecado para servir de instrumentos a la iniquidad; sino antes bien entregaos todos a Dios, como resucitados de muerte a vida, y ofreced a Dios vuestros cuerpos para servir de instrumentos a la justicia o virtud.
Escucha, hijo mío, mis razonamientos, y atiende mis palabras. Jamás las pierdas de vista, deposítalas en lo íntimo de tu corazón; porque son vida para quienes la reciben, y salud o medicina para todo hombre.
Sed, pues, vosotros, perfectos, así como vuestro Padre celestial es perfecto, imitándole en cuanto podáis.
a fin de que sigáis una conducta digna de Dios agradándole en todo, produciendo frutos en toda especie de obras buenas, y adelantando en la ciencia de Dios,
Donde entró Jesús por nosotros el primero como nuestro precursor, constituido sumo sacerdote por toda la eternidad según el orden de Melquisedec.
Evita por tanto y ataja los profanos y vanos discursos de los seductores, porque contribuyen mucho a la impiedad;
Mas Jesús le respondió: Escrito está: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra o disposición que sale de la boca de Dios.
Ahora, pues, hermanos míos, os ruego encarecidamente, por la misericordia de Dios, que le ofrezcáis vuestros cuerpos como una hostia o víctima viva, santa y agradable a sus ojos, que es el culto racional que debéis ofrecerle. Y no queráis conformaros con este siglo, antes bien transformaos con la renovación de vuestro espíritu; a fin de acertar qué es lo bueno, y lo más agradable, y lo perfecto que Dios quiere de vosotros.
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