Entonces Jacob se inclinó y lo besó, e Isaac pudo oler la ropa que Jacob estaba usando. Así que procedió a darle su bendición, pensado para sí: “El olor de mi hijo es como el olor de un campo que el Señor ha bendecido”.
Sin embargo, al partir, Noemí le dijo a sus dos nueras: “Vuelvan cada una a la casa de sus madres, y que el Señor sea tan bueno con ustedes como lo ha sido conmigo y con los que han muerto.