El burro vio al ángel del Señor y se acostó bajo Balaam. Se enfadó y lo golpeó con su bastón.
Los sabios son cuidadosos y evitan el mal, pero los necios andan confiados en su imprudencia.
Entonces el ángel del Señor se adelantó y se paró en un lugar estrecho donde no había espacio para pasar, ni a la derecha ni a la izquierda.
Recuerden esto, mis queridos amigos: todos deberían ser prontos para escuchar, pero lentos para hablar y lentos para enojarse,