El Señor le dijo a Moisés: “No tienes que temerle, porque yo te lo he entregado, junto con todo su pueblo y su tierra. Hazle lo que hiciste con Sehón, rey de los amorreos, que gobernó desde Hesbón”.
Y David preguntó al Señor: “¿Debo ir a atacar a los filisteos? ¿Me los entregarás?” “Sí, ve”, respondió el Señor, “porque sin duda alguna te los entregaré”.
Al mismo tiempo, un profeta se acercó a Acab, rey de Israel, y le dijo: “Esto es lo que dice el Señor: ¿Ves este enorme ejército? Sólo mira, porque hoy te haré victorioso, y te convencerás que yo soy el Señor”.
Entonces el hombre de Dios se acercó al rey de Israel y le dijo: “Esto es lo que dice el Señor: Como los arameos han dicho: ‘El Señor es sólo un dios de las montañas y no de los valles’, yo te haré victorioso sobre todo este enorme ejército. Entonces se convencerán de que yo soy el Señor”.
No se rebelen ni luchen contra el Señor. No hay que tener miedo de la gente que vive en el campo, ¡podemos cogerlos fácilmente! Están indefensos y el Señor está con nosotros. ¡No les tengan miedo!”
Pero Sehón, rey de Hesbón, se negó a dejarnos pasar, porque el Señor su Dios le dio un espíritu terco y una actitud obstinada, para entonces entregárnoslo, como lo ha hecho ahora.
Les dirá: “¡Escuchen, hombres de Israel! Hoy van a luchar contra sus enemigos. No se pongan nerviosos ni tengan miedo; no se dejen llevar por el pánico ni tengan temor de ellos.
(Sólo Og, rey de Basán, quedó de la raza de los Refaim. Tenía una cama de hierro de nueve codos de largo y cuatro de ancho. Todavía está en la ciudad amonita de Rabá).
Josué les dijo: “¡Nuncantengan miedo ni se desanimen! ¡Sean fuertes y valientes! Porque el Señor va a hacer lo mismo con todos los enemigos que ustedes van a combatir”