Cuando llegaron a Capernaúm, los que estaban encargados de recolectar el impuesto de medio siclo en el Templo, vinieron donde estaba Pedro y le preguntaron: “Tu maestro paga el medio siclo, ¿no es así?”
Ningún siervo puede obedecer a dos señores. O aborrecerá a uno y amará al otro, o será fiel a uno y menospreciará al otro. Ustedes no pueden servir a Dios y al dinero a la vez”.
Permítanme ser claro con ustedes: ninguno que habla en el Espíritu de Dios dice: “¡Maldigan a Jesús!” y ninguno puede decir: “¡Jesús es el Señor!” excepto por el Espíritu Santo.