La gente lo despreciaba y lo rechazaba. Era un hombre que realmente sufría y que experimentaba el dolor más profundo. Le tratamos como a alguien a quien se le da la espalda con asco: le despreciamos y no le respetamos.
“Quiten la piedra”, les dijo Jesús. Pero Marta, la hermana del difunto, dijo: “Señor, en este momento ya debe haber mal olor porque él ha estado muerto por cuatro días”.