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Referencias Cruzadas
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Lucas 7:39

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Cuando el Fariseo que había invitado a Jesús vio esto, pensó: “Si este hombre realmente fuera un profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando, y qué clase de persona fue. ¡Sabría que ella es una pecadora!”

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25 Referencias Cruzadas  

cuando Giezi, el siervo de Eliseo, el hombre de Dios, pensó para sí: “¡Mira cómo mi amo ha dejado ir a Naamán el sirio sin aceptar los regalos que trajo! Vive el Señor, que correré tras él y le sacaré algo”.

porque tal como son sus pensamientos, así son ellos. Ellos dicen: “¡Ven, come y bebe!” Pero en sus mentes no tienen ningún interés en ti.

Dicen a los demás: ¡Mantengan la distancia! No te acerques a mí, pues soy demasiado santo para que me toques. ¡Esta gente es como el humo en mis narices, un hedor que arde todo el día!

De esta manera, los últimos serán los primeros, y los primeros serán los últimos”.

“Este es Jesús, el profeta de Nazaret, en Galilea”, respondieron las multitudes.

Es desde adentro, desde la mente de las personas, que salen los malos pensamientos: la inmoralidad sexual, los robos, los asesinatos, el adulterio,

Después de pensar bien las cosas, este hombre pensó para sí: ‘¿Qué haré? No tengo dónde guardar mis cosechas’.

Por ello, los Fariseos y los líderes religiosos protestaban diciendo: “Este hombre recibe a los pecadores, y come con ellos”.

“El administrador pensó para sí: ‘¿Qué haré ahora si mi señor me despide de este empleo de administrador? No soy suficientemente fuerte para cavar, y me avergüenza pedir dinero.

Por cierto tiempo él no quiso hacer nada al respecto, pero finalmente pensó para sí: ‘Aunque yo no temo a Dios ni me preocupo por nadie,

“¡Demuestren que están realmente arrepentidos! No traten de justificarse diciendo: ‘Somos los descendientes de Abrahán’. Les digo que Dios puede crear hijos de Abrahán a partir de estas piedras.

Todos los que estaban allí quedaron impresionados y alababan a Dios, diciendo: “Se ha levantado entre nosotros un gran profeta”, y “Dios ha visitado a su pueblo”.

Pero una mujer, que era una pecadora en esa ciudad, supo que Jesús estaba comiendo en la casa del Fariseo. Se dirigió allí, llevando un frasco con perfume de alabastro.

Se arrodilló junto a Jesús y con sus lágrimas mojó sus pies, luego las secó con su cabello. Ella besó sus pies, y luego derramó el perfume sobre ellos.

Jesús alzó la voz y dijo: “Simón, tengo algo que decirte”. “Dime, maestro”, respondió él.

“Puedo ver que eres un profeta, señor”, respondió la mujer.

Muchas personas entre la multitud se quejaban de él. Algunos decían: “Él es un buen hombre”, mientras que otros discutían: “¡No, Él engaña a la gente!”

Por segunda vez, llamaron al hombre que había estado ciego y le dijeron: “¡Dale la gloria a Dios! Sabemos que este hombre es un pecador”.




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