Pero los Fariseos y los maestros religiosos rechazaban lo que Dios quería que hicieran, porque se habían negado a ser bautizados por Juan.
Ignoraron mi palabra, y no prestaron atención a mis advertencias.
¿Cómo pueden decir: “Somos sabios y tenemos la Ley del Señor”? ¿No ves que los escritos de tus maestros de la Ley la han convertido en mentira?
Uno de ellos, quien era un experto en la ley, le hizo una pregunta para probarlo:
“¡Oh Jerusalén, Jerusalén, tú matas a los profetas y apedreas a los que se te envían! ¡Cuántas veces he querido reunir a todos tus hijos como la gallina reúne a sus polluelos bajo sus alas, pero tú no quisiste!
Y si decimos que solo era un bautismo humano, todos nos apedrearán porque ellos están seguros de que Juan era un profeta”.
“¿Con qué compararé a este pueblo?” preguntó Jesús. “¿A qué son semejantes?
No dudé en enseñarles todo lo que Dios desea que ustedes sepan.
Como dice Dios a Israel: “Todo el día extendí mis manos a un pueblo desobediente y terco”.
Como colaboradores de Dios, también les rogamos que no acepten la gracia de Dios en vano.
¿Cómo podría rechazar la gracia de Dios? ¡Pues si podemos ser justificados por guardar la ley, entonces la muerte de Cristo fue en vano!
En Él fuimos escogidos de antemano, según el plan de Aquél que obra todas las cosas conforme a su voluntad,