En cierta ocasión, unos israelitas estaban enterrando a un hombre cuando de pronto vieron que se acercaban unos asaltantes, así que rápidamente arrojaron al hombre a la tumba de Eliseo. En cuanto tocó los huesos de Eliseo, el hombre volvió a la vida y se levantó.
Todos los que estaban allí quedaron impresionados y alababan a Dios, diciendo: “Se ha levantado entre nosotros un gran profeta”, y “Dios ha visitado a su pueblo”.