Ven aquí y presta atención, para que puedas vivir de verdad. Voy a hacer un acuerdo contigo que durará para siempre, basado en el amor confiable que le mostré a David.
Mientras Pedro aún hablaba, una nube brillante los cubrió. Entonces se escuchó una voz que salía desde la nube, que decía: “Este es mi hijo a quien amo, el cual me complace. Escúchenlo”.
“Si quieren seguirme pero no aborrecen a su padre y a su madre, a su esposa e hijos, a sus hermanos y hermanas—incluso sus propias vidas—no pueden ser mis discípulos.
Esa persona es como el hombre que construye una casa. Cava un hueco y establece allí el fundamento sobre la roca sólida. Cuando se desborda el río y las aguas golpean contra aquella casa, la casa no se daña porque está bien construida.
Las semillas que caen en las rocas son aquellos que oyen y reciben el mensaje con alegría pero no tienen raíces. Creen por un tiempo pero cuando llegan momentos difíciles se rinden.
Algunas semillas cayeron en buen suelo y después que crecieron produjeron una cosecha cien veces mayor de lo que se había sembrado”. Después que les dijo esto, exclamó: “¡Si ustedes tienen oídos, oigan!”
“Ahora sabemos que estás poseído por el demonio”, dijeron los judíos. “Abraham murió, y los profetas también, ¡y tú estás diciéndonos ‘cualquiera que sigue mi enseñanza, no morirá jamás!’