De inmediato el hombre se puso en pie frente a ellos. Recogió la camilla donde había estado acostado, y se fue a casa, alabando a Dios por el camino.
Y Dios dijo: “¡Que haya luz!” y hubo luz.
Porque él habló, y el mundo vino a la existencia; dio la orden, y fue creado.
Pero aquellos que dan ofrendas de agradecimiento me honran, y a aquellos que siguen el bien les mostraré mi salvación”.
Cuando las multitudes vieron lo que había sucedido, estaban atemorizados. Entonces alabaron a Dios por haber dado a los seres humanos semejante poder.
Entonces el paralítico se levantó, recogió su camilla y caminó frente a todos los que estaban allí. Y todos estaban asombrados, y alababan a Dios, diciendo: “¡Nunca hemos visto algo así!”
Entonces puso sus manos sobre ella, e inmediatamente se paró erguida, y alababa a Dios.
De inmediato el hombre pudo ver. Y seguía a Jesús, alabando a Dios. Todos los que estaban allí y vieron lo que había sucedido también alabaron a Dios.
Entonces Jesús se aproximó a él y lo tocó. “Quiero”, le dijo. “¡Queda limpio!” Y de inmediato la lepra desapareció.
Por segunda vez, llamaron al hombre que había estado ciego y le dijeron: “¡Dale la gloria a Dios! Sabemos que este hombre es un pecador”.