Y vociferaban muchos otros insultos contra él.
Los que pasaban por ahí le gritaban insultos, sacudiendo sus cabezas,
En respuesta a esto, algunos de los maestros religiosos decían para sí mismos: “¡Está blasfemando!”
Todo el que habla en contra del Hijo del hombre, será perdonado, pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no será perdonado.
Los mandé a castigar en todas las sinagogas, tratando de hacer que se retractaran. Y me opuse a ellos con tanta furia que fui a las ciudades que están fuera de mi país para perseguirlos.