Pero Jesús le preguntó: “Judas, ¿entregas al Hijo del hombre con un beso?”
Lo que dice es tan suave como la mantequilla, pero por dentro él solo planea guerra; sus palabras son tan calmantes como el aceite, pero cortan como espadas afiladas.
Los comentarios honestos de un amigo pueden herirte, pero el beso de un enemigo es mucho peor.
Mientras aún hablaba, se apareció una multitud dirigida por Judas, uno de los doce discípulos. Judas se acercó para besar a Jesús.
Los seguidores de Jesús le preguntaron: “Señor, ¿debemos atacarlos con nuestras espadas?”