Señor, tú tienes la mano levantada, pero ellos no lo ven. Que vean tu apasionado compromiso por tu pueblo y se avergüencen; ¡que el fuego reservado para tus enemigos los destruya!
Así que una vez más sorprenderé a este pueblo con un milagro tras otro. La sabiduría de los sabios morirá, y la perspicacia de los perspicaces desaparecerá”.
Miro a estos ídolos y veo que no hay nadie que pueda decir nada. Ninguno de ellos sabe dar consejos; cuando les pregunto algo, ni siquiera saben responder.
¡Grande es el desastre que vendrá sobre este pastor inútil que abandona al rebaño! La espada golpeará su brazo y su ojo derecho. Su brazo se secará y su ojo derecho quedará ciego.