El niño crecía y se fortalecía, y era muy sabio. Y la bendición de Dios estaba con él.
Sin embargo, me trajiste a salvo desde mi nacimiento, y me guiaste para confiar en ti desde el seno de mi madre.
Eres más guapo que cualquier otro. Siempre hablas con tanta gracia, porque Dios te ha bendecido.
Juan, el niño, creció y se volvió fuerte espiritualmente. Vivió en el desierto hasta que llegó el momento de iniciar su ministerio público a Israel.
Todos los que lo escuchaban hablar se quedaban sorprendidos por su entendimiento y por las respuestas que daba.
Y Jesús crecía continuamente y se hacía más sabio y más fuerte, y hallaba el favor de Dios y de la gente.
La Palabra se volvió humana y vivió entre nosotros, y nosotros vimos su gloria, la gloria del único hijo del Padre, lleno de gracia y verdad.
Los apóstoles daban su testimonio respecto a la resurrección del Señor Jesús con gran poder, y Dios los bendecía a todos en gran manera.
Por último, manténganse firmes en el Señor, y en su poder.
Así que, hijo mío, sé fuerte en la gracia de Cristo Jesús.
Dio a luz un hijo y lo llamó Sansón. El niño creció, y el Señor lo bendijo.
Pero Samuel servía ante el Señor: era un muchacho vestido de sacerdote, con un efod de lino.
Y el Señor bendijo a Ana con tres hijos y dos hijas. El niño Samuel creció en la presencia del Señor.
El niño Samuel crecía en estatura, y también crecía en cuanto a la aprobación del Señor y del pueblo.
Samuel siguió creciendo. El Señor estaba con él y se aseguraba de que todo lo que decía era fiel.