Entonces Simeón los bendijo, y dijo a María la madre de Jesús: “Este niño está destinado para hacer que muchos en Israel caigan y muchos otros se levanten. Es una señal de Dios que muchos rechazarán,
¿Quién es sabio para entender todo esto? ¿Quién tiene el discernimiento para entender? Los caminos del Señor son rectos, pero los rebeldes se tropiezan y caen.
Pero el Hijo del hombre, por el contrario, vino y festejó y bebió, y la gente dice: ‘¡Miren, es un glotón y bebe mucho; es amigo de los recaudadores de impuestos y de los pecadores!’ Pero la sabiduría demuestra ser correcta por los resultados de lo que hace”...
Fue por esto que los judíos se esforzaron más aún en matarlo, porque no solamente quebrantaba el Sábado sino que también llamaba a Dios su Padre, haciéndose así semejante a Dios.
Pero como no pudieron encontrarlos, arrastraron a Jasón y a otros creyentes ante los líderes de la ciudad, gritando: “A estas personas se les conoce por estar causando problemas y desorden. Ahora vinieron aquí,
La palabra de Dios seguía siendo esparcida, y el número de discípulos en Jerusalén aumentó grandemente, incluyendo a un gran número de sacerdotes que se comprometieron a creer en Jesús.
Melquisedec fue rey de Salem y sacerdote del Dios Supremo. Conoció a Abrahán, quien venía de regreso después de haber derrotado a los reyes, y lo bendijo.
Elí bendecía a Elcana y a su esposa, diciendo: “Que el Señor le dé hijos de esta mujer para reemplazar al que ella dedicó al Señor”. Luego regresaban a casa.