Los pastores regresaron a cuidar de sus rebaños, glorificando y agradeciendo a Dios por todo lo que habían visto y oído, pues sucedió tal como se les había dicho.
Los israelitas se alegraron del informe y Dios los bendijo. Ya no hablaron de ir a la guerra para destruir la tierra donde vivían las tribus de Rubén y Gad.