Cuando Jesús llegó hasta allí, miró hacia arriba y dijo: “¡Zaqueo, bájate de allí pronto! Necesito quedarme en tu casa esta noche”.
Todo lo que hagas, hazlo con todas tus fuerzas, porque cuando vayas a la tumba ya no habrá trabajo ni pensamiento, ni conocimiento ni sabiduría.
“Pero pasé por allí y te vi dando patadas, cubierto en tu propia sangre. Mientras yacías allí, cubierto de sangre, te dije: ‘¡Quiero que vivas!’ Allí mismo te dije: ‘¡Quiero que vivas!’
Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar a los que están perdidos”.
Había allí un hombre llamado Zaqueo, quien era jefe entre los recaudadores de impuestos. Era un hombre muy rico.
Así que corrió adelante y se montó sobre un árbol de sicomoro para ver pasar a Jesús.
Zaqueo descendió rápidamente del árbol y estaba muy feliz de recibir a Jesús en su casa.
“¿Cómo sabes quien soy yo?” preguntó Natanael. “Te vi bajo aquella higuera, antes que Felipe te llamara”, respondió Jesús.
Jesús respondió: “Aquellos que me aman harán lo que yo digo. Mi Padre los amará, y vendremos a crear un hogar con ellos.
Como colaboradores de Dios, también les rogamos que no acepten la gracia de Dios en vano.
Que Cristo viva en sus corazones a medida que confían en él, a fin de que sembrados profundamente en amor
No olviden mostrar amor por los extranjeros también, porque al hacerlo muchos han recibido ángeles sin saberlo.
Mira, yo estoy tocando a la puerta. Si alguno oye mi llamado y abre la puerta, entraré y comeré con él, y él conmigo.