Muchas personas que estaban entre la multitud extendían sus mantos en el camino, mientras que otros cortaban ramas de los árboles y las colocaban en el camino.
Cuando se aproximaba a Jerusalén, justo en el sitio donde el camino empieza a descender desde Monte de los Olivos, la multitud de discípulos comenzó a gritar alabanzas a Dios a toda voz, por todos los milagros que habían visto.