Les aseguro que aunque ese amigo se niegue a levantarse y darles algo, a pesar de ser su amigo, si ustedes insisten, su amigo se levantará y les dará lo que necesitan.
Y los que estaban frente a la multitud le dijeron que dejara de gritar y se callara, pero lo que hizo el hombre fue gritar más fuerte: “¡Hijo de David, ten misericordia de mí, por favor!”
Y también soy severo con mi cuerpo para tenerlo bajo control, porque no quiero de ninguna manera estar descalificado después de haber compartido la buena noticia con todos los demás.