“‘Hijo,’ respondió el padre, ‘tú siempre estás aquí conmigo. Todo lo que tengo es tuyo.
Pero ahora este hijo tuyo regresa, después de haber desperdiciado tu dinero en prostitutas, ¡y tu matas el becerro gordo para él!’
¡Pero deberías estar feliz y celebrar! ¡Este es tu hermano que estaba muerto, pero ha vuelto a vivir; estaba perdido pero lo hemos encontrado!’”
Un esclavo no tiene un lugar permanente en la familia, pero el hijo siempre es parte de la familia.
Pero entonces pregunto: “¿Acaso Dios ha rechazado a su pueblo?” ¡Por supuesto que no! Yo mismo soy israelita, de la tribu de Benjamín.
¿Quién le ha dado alguna vez a Dios algo que luego él tuviera la obligación de pagárselo?
Ellos son mis hermanos de raza, los israelitas, el pueblo escogido de Dios. Dios les reveló su gloria e hizo tratados con ellos, dándoles la ley, el verdadero culto, y sus promesas.