Cuando alzan sus manos hacia mí para orar, miro hacia otro lado. Aunque hagan muchas oraciones, no les prestaré atención, porque sus manos están llenas de sangre.
“Así que mi pueblo viene a visitarte como suele hacerlo. Se sientan y escuchan el mensaje que compartes, pero no hacen nada al respecto. Aunque hablan de amor, sólo piensan en cómo engañar a los demás.
Desde los tiempos de Juan el Bautista hasta ahora el reino de los cielos sigue estando bajo ataque y personas violentas están tratando de apoderarse de él a la fuerza.
No se preocupen por la comida que perece, sino concéntrense en la comida que permanece, la de la vida eterna, la cual les dará el Hijo del hombre, porque Dios el Padre ha colocado su sello de aprobación en él”.
Ellos no comprenden cómo Dios nos hace justos, y tratan de justificarse a sí mismos. Se niegan a aceptar la manera en que Dios justifica a las personas.
Cuando regresaron, le dijeron a Josué: “No necesitamos a todo el ejército. Dos o tres mil hombres serán suficientes para atacar la ciudad de Hai. No te molestes en enviarlos a todos, pues sólo hay unos pocos”.