Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar. Y cuando terminó de orar, uno de sus discípulos le pidió: “Señor, por favor enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos”.
Vendan lo que tienen, y denle el dinero a los pobres. Tomen tesoros que no se agotan: tesoros en el cielo que nunca se acabarán, donde ningún ladrón puede robarlo, ni el moho puede destruirlo.
Así que el hombre rico llamó a su administrador, y le preguntó: ‘¿Qué es esto que oigo sobre ti? Tráeme tus cuentas, porque no seguirás más cómo mi administrador’.
“Pero Abrahán respondió: ‘Hijo mío, recuerda que tú disfrutaste las cosas buenas de la vida, mientras Lázaro tuvo una vida muy pobre. Ahora está aquí recibiendo consuelo, mientras que tú sufres en el tormento.
Cuando Jesús oyó esto, le dijo al hombre: “Aún te falta una cosa. Ve y vende todo lo que tienes, dale el dinero a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo. ¡Entonces ven y sígueme!”
“Así que estén atentos a la manera como ‘oyen’. A los que han recibido, se les dará más; y los que no reciben, ¡incluso lo que ellos creen que tienen se les quitará!”
María trajo medio litro de perfume de nardo puro y ungió los pies de Jesús, secándolos con su cabello. El aroma del perfume se esparció por toda la casa.
Pero los que beban del agua que yo doy, no volverán a tener sed de nuevo. El agua que yo doy se convierte en una fuente de agua rebosante dentro de ellos, dándoles vida eterna”.
Les digo la verdad: aquellos que siguen lo que yo digo y creen en Aquél que me envió, tienen vida eterna. Ellos no serán condenados, sino que habrán pasado de la muerte a la vida.
No se preocupen por la comida que perece, sino concéntrense en la comida que permanece, la de la vida eterna, la cual les dará el Hijo del hombre, porque Dios el Padre ha colocado su sello de aprobación en él”.
Soy invoco al cielo y a la tierra para que sean mis testigos contra ti hoy que he puesto ante ustedes la vida y la muerte, las bendiciones y las maldiciones. Escojan la vida, para que ustedes y sus descendientes vivan,
Pero si no quieren adorar al Señor, ¡elijan hoy a quién quieren adorar! ¿Adorarána los dioses que adoraron sus antepasados más allá del Éufrates? ¿O a los dioses de los amorreos en cuya tierra viven ahora? Pero yo y mi familia adoraremos al Señor”.
Entonces Josué advirtió al pueblo: “Hoy se han convertido en testigos contra ustedes mismos al decir que han elegido adorar al Señor”. “Sí, somos testigos”, respondió el pueblo.