Entonces el sacerdote debe tomar un poco de su sangre con su dedo y ponerla en los cuernos del altar de la ofrenda quemada, y derramar el resto de la sangre en la base del altar.
Pondrá un poco de sangre en los cuernos del altar que está delante del Señor en el Tabernáculo de Reunión. Luego derramará el resto de la sangre del toro en el fondo del altar de los holocaustos a la entrada del Tabernáculo de Reunión.
Entonces el sacerdote debe tomar parte de la sangre de la ofrenda por el pecado con su dedo y ponerla en los cuernos del altar de la ofrenda quemada, y derramar el resto de la sangre en la base del altar.
Entonces el sacerdote debe tomar un poco de su sangre con su dedo y ponerla en los cuernos del altar de la ofrenda quemada, y derramar el resto de la sangre en la base del altar.
El sacerdote pondrá un poco de sangre sobre los cuernos del altar de incienso aromático que está ante el Señor en el Tabernáculo de Reunión. El resto de la sangre del toro la derramará en el fondo del altar de los holocaustos, a la entrada del Tabernáculo de Reunión.
Lo que la ley no pudo hacer porque no tenía el poder para hacerlo debido a nuestra naturaleza pecaminosa, Dios pudo hacerlo. Al enviar a su propio Hijo en forma humana, Dios se hizo cargo del problema del pecado y destruyó el poder del pecado en nuestra naturaleza humana pecaminosa.
Dios hizo que Jesús, quien nunca pecó, experimentara las consecuencias del pecado para que nosotros pudiéramos tener un carácter recto, así como Dios es recto.
¿Cuánto más merecedores de castigo creen que serán quienes hayan pisoteado al Hijo de Dios, siendo que han menospreciado la sangre que selló el pacto que nos santificaba, considerándolo como ordinario y trivial, y que han abusado del Espíritu de gracia?
Era conveniente que Dios, quien crea y sostiene todas las cosas, preparara por medio del sufrimiento a Aquél que los lleva a la salvación, para llevar a muchos de sus hijos a la gloria.
Tomó las consecuencias de nuestros pecados sobre sí mismo en su cuerpo en la cruz para que nosotros pudiéramos morir al pecado y vivir en justicia. “Por sus heridas, somos sanados”.
Y Jesús murió por culpa de los pecados, una vez y para siempre, el Único que es completamente verdadero y justo, por aquellos que somos malos, para poder llevarnos a Dios. Fue llevado a muerte en su cuerpo, pero vino a la vida en el espíritu.