Toma la grasa del carnero, incluyendo la grasa de su amplio rabo, la grasa que cubre los intestinos, las mejores partes del hígado, los dos riñones con su grasa, así como el muslo derecho (porque este es un carnero para la ordenación).
Haz que las mentes de este pueblo sean insensibles; haz que sus oídos sean sordos y cierra sus ojos. De lo contrario, podrían ver con sus ojos, oír con sus oídos, comprender con sus mentes, y arrepentirse y sanar”.
“Los sacerdotes levitas, descendientes de Sadoc y que cuidaron de mi santuario cuando los israelitas me abandonaron, son los que se acercan a mí y ministran ante mí. Ellos estarán en mi presencia para ofrecerme grasa y sangre, declara el Señor Dios.
Entonces lo cortarás en pedazos, y el sacerdote colocará cuidadosamente los pedazos, incluyendo la cabeza y la grasa, en la madera que se quema sobre el altar.
Pon tu mano en la cabeza de la ofrenda y mátala a la entrada del Tabernáculo de Reunión. Entonces los hijos de Aarón los sacerdotes rociarán la sangre por todos los lados del altar.
Ya que tenemos esta esperanza, nunca seremos defraudados, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones a través del Espíritu Santo que él nos ha dado.
Sabemos que nuestro antiguo ser fue crucificado con él para deshacernos del cuerpo muerto del pecado, a fin de que ya no pudiéramos ser más esclavos del pecado.
De hecho, incluso antes de que se quemara la grasa del sacrificio, el sirviente venía y exigía al hombre que sacrificaba: “Deme la carne para asarla para el sacerdote. Él no quiere la carne hervida sino cruda”.