Yo soy el Señor tu Dios, que te sacó de Egipto para que no tuvieras que ser más esclavo de los egipcios. Rompí el yugo que te mantenía agachado y te ayudaba a mantenerte erguido.
En cambio, daré esa copa a quienes los atormentaban, a los que les decían: Túmbense boca abajo para que podamos pasarles por encima. Tuvieron que poner sus espaldas como el suelo, como una calle por la cual transitar.
Hará que la nación crezca enormemente y la hará extremadamente feliz. El pueblo festejará ante ti como festejan los pueblos en la época de la cosecha, como festejan los soldados al repartir el botín.
Hace tiempo que rompiste tu yugo y te arrancaste las cadenas. “¡No te adoraré!”, declaraste. Por el contrario, te acostaste como una prostituta en toda colina alta y bajo todo árbol verde.
También haré volver a Jerusalén a Joaquín, hijo de Joaquín, rey de Judá, junto con todos los exiliados de Judá que fueron llevados a Babilonia, declara el Señor, porque voy a romper el yugo del rey de Babilonia”.
Será un día oscuro en Tafnes cuando rompa el poder de Egipto y ponga fin a su orgullosa fuerza. Será bajo una nube cuando el pueblo vaya al cautiverio.
Los árboles de los huertos producirán sus frutos, la tierra cultivará sus cosechas y mi rebaño vivirá seguro en su país. Entonces sabrán que yo soy el Señor, cuando rompa sus yugos de esclavitud y los libere de quienes los hicieron esclavos.