“Cualquiera que no sea parte de la familia de un sacerdote no puede comer las sagradas ofrendas. Esto también se aplica al huésped de un sacerdote o a su trabajador asalariado.
El gobernador les ordenó que no comieran nada de los sacrificios del santuario hasta que un sacerdote pudiera consular con el Señor sobre el asunto a través del Urim y el Tumim.
Comerán la carne y el pan que formaban parte de las ofrendas que simbolizaban el perdón requerido para su ordenación y dedicación. Nadie más puede comerlos, porque son sagrados.
Pero si la hija de un sacerdote sin hijos es viuda o divorciada y regresa a la casa de su padre, se le permite comer la comida de su padre como lo hacía cuando era niña. Pero nadie fuera de la familia del sacerdote puede comerla.
Tú designarás a Aarón y a sus hijos para que tengan la responsabilidad del sacerdocio. Cualquier otro que intente actuar como sacerdote debe ser ejecutado”.
Él entró a la casa de Dios, y allí él y sus hombres comieron del pan sagrado que no debían comer pues este pan estaba reservado solo para los sacerdotes.
Entonces el sacerdote le dio el pan sagrado, ya que allí no tenían otro pan que el “Pan de la Presencia”, que había sido retirado de la presencia del Señor ese día y lo sustituyeron por pan fresco.