“Sí, hay otro hombre que podría consultar al Señor”, respondió el rey de Israel, “pero no me gusta porque nunca profetiza nada bueno para mí, ¡siempre es malo! Se llama Micaías, hijo de Imá”. “No deberías hablar así”, dijo Josafat.
Ella se levantó en medio de la noche y tomó a mi hijo de mi lado mientras yo dormía. Lo puso junto a ella para abrazarlo, y puso a su hijo muerto junto a mí.