El difunto salió. Sus manos y sus pies estaban envueltos con tiras de lino, y su cabeza estaba envuelta con un paño. “Quítenle las vendas y déjenlo ir”, les dijo Jesús.
Yo los redimiré del poder del Seol. Los libraré de la muerte. ¿Dónde, oh muerte, están tus plagas? ¿Dónde está, oh Seol, tu destrucción? La compasión se ha ocultado de mis ojos.
“Quiten la piedra”, les dijo Jesús. Pero Marta, la hermana del difunto, dijo: “Señor, en este momento ya debe haber mal olor porque él ha estado muerto por cuatro días”.
Ellos se llevaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en un paño de lino junto con la mezcla de especias, conforme a la costumbre judía de sepultura. Cerca del lugar donde Jesús había sido crucificado, había un jardín;
y que el paño con que habían cubierto la cabeza de Jesús no estaba con los demás paños fúnebres sino que lo habían doblado y lo habían colocado solo aparte.
Él creará nuevamente nuestros defectuosos cuerpos humanos para que sean como su cuerpo glorioso, por medio del poder con el cual él controla todas las cosas.