Acab se fue a casa malhumorado y enfurecido porque Nabot de Jezrel le había dicho: “No te daré la herencia de mis antepasados”. Se acostó, no quiso mirar a nadie y se negó a comer.
Entonces Jonás se fue de la ciudad y se sentó en un lugar en el Este. Allí se construyó un refugio donde podía sentarse bajo la sombra para ver desde allí lo que le sucedería a la ciudad.
Pero el Señor le preguntó: “¿tienes una Buena razón para estar enojado por la planta?” “¡Por supuesto que sí!” respondió Jonás. “¡Estoy enojado hasta la muerte!”
“Aarón pronto se unirá a sus antepasados en la muerte. No entrará en el país que he dado a los israelitas, porque ambos desobedecieron mi orden en las aguas de Meribá.