Pero tú, Dios, derribarás a los asesinos y a los mentirosos, arrojándolos al pozo de la destrucción antes de que hayan vivido la mitad de sus vidas. Y yo, confiaré en ti.
Me estoy hundiendo cada vez más en el barro y no encuentro tierra firme sobre la cual ponerme en pie. Me siento como en aguas profundas, y su torrente me cubre.
Definitivamente fue por mi bien que pasé por esta amarga experiencia. Tú, en tu amor, me has salvado del pozo de la destrucción y has perdonado todos mis pecados.
¿Quién ha medido las aguas que tiene en la palma de su mano? ¿Quién ha marcado los cielos con la extensión de su mano? ¿Quién ha calculado la cantidad de polvo de la tierra? ¿Quién ha pesado los montes con una balanza y las colinas con una balanza?
Te haré descender con los que se dirigen a la tumba para reunirte con los pueblos de antaño. Te haré vivir bajo la tierra como las ruinas del pasado junto con los que han bajado a la tumba, de modo que nadie vivirá en ti y no tendrás lugar en la tierra de los vivos.
“Esto fue para que ningún otro árbol que creciera junto al agua creciera tan alto y sus copas alcanzaran las nubes. Esto fue para que ningún otro árbol, por más agua que tuviera, fuera tan alto como ellos, pues todos morirán y bajarán a la tierra, como los seres humanos que bajan a la tumba.
Las montañas te vieron y se estremecieron. Salió el agua y se derramó por todo el lugar. Las profundidades salieron a la luz, formando enormes y altas olas.
La tierra tiembla dondequiera que él se queda en pie. Cuando mira, las naciones tiemblan. Las antiguas montañas y colinas se sacuden y colapsan, pero sus caminos son eternos.
Mi ira se ha encendido, quemando hasta las profundidades de la tumba, destruyendo la tierra y todo lo que produce, incluso prendiendo fuego a los cimientos de las montañas.