Puse vigilantes a cargo de ustedes y les dije que se aseguraran de escuchar el llamado de la trompeta que les advertía del peligro. Pero ustedes respondieron: “¡No escucharemos!”.
Porque todos los vigilantes están ciegos. Ninguno de ellos sabe lo que pasa. Todos están callados; no saben ladrar. Se pasan el tiempo acostados, soñando, amando el sueño.
¡Ruge desde la garganta! ¡No te contengas! ¡Grita como una trompeta! Anuncia a mi pueblo lo rebelde que es; denuncia a los descendientes de Jacob sus pecados.
Así que tienes que decirles: “Esta es la nación que se negó a escuchar lo que dijo el Señor, su Dios, y no quiso aceptar la disciplina del Señor. La verdad se ha extinguido; la gente ni siquiera habla de ella.
Entonces, ¿por qué este pueblo de Jerusalén se ha equivocado de camino? ¿Por qué se niegan a arrepentirse de sus repetidas traiciones, aferrándose a todas sus mentiras?
No sean como sus padres. Ellos recibieron advertencia de los profetas: ¡Abandonen sus malos caminos y sus malas acciones! Pero no escucharon ni me prestaron atención, dice el Señor.
Sigan a sus líderes, y hagan lo que ellos les piden, porque ellos cuidan de ustedes y darán cuenta. Actúen de tal manera que ellos puedan hacerlo con alegría, y no con tristeza, pues eso no sería bueno para ustedes.