Envío a los asirios contra una nación que ha renunciado a su Dios, contra un pueblo que me hace enojar. Ordeno a los asirios que los saqueen, que se apoderen de sus bienes y que los pisoteen como el barro en la calle.
El Señor responde: “¿No te has enterado? Lo decidí hace mucho tiempo; lo planeé en los viejos tiempos. Ahora me estoy asegurando de que ocurra, de que derribes las ciudades fortificadas hasta convertirlas en montones de escombros.
“Entonces, hijo de hombre, profetiza y aplaude. La espada atacará dos veces, y luego una tercera vez. Es una espada de muerte, que mata a mucha gente viniendo hacia ellos desde todas las direcciones.
Ve y ataca a los amalecitas y extermínalos a todos. No perdones a nadie, sino que mata a todo hombre, mujer, niño y bebé; a todo buey, oveja, camello y asno”.