Sedequías, rey de Judá, lo había encarcelado, diciéndole “¿Por qué tienes que profetizar así? Dices que el Señor está diciendo: ‘Mira, voy a entregar esta ciudad al rey de Babilonia, y él la capturará.
Ebed-melec el cusita, un funcionario real del palacio del rey, descubrió que habían metido a Jeremías en la cisterna. El rey estaba sentado en la puerta de Benjamín,
“Mi señor el rey, todas estas cosas terribles que estos hombres le han hecho al profeta Jeremías son malas. Lo han metido en la cisterna, y allí morirá de hambre porque ya no queda pan en la ciudad”.
¿Quién es un Dios como tú, que perdona el pecado y olvida la rebelión de los que aún quedan en su pueblo especial? Tu no persistes en tu enojo, pues te deleitas en mostrar amor incondicional.