Tendrás que renunciar a la tierra que te di. Haré que tus enemigos te conviertan en sus esclavos en un país desconocido, porque has hecho arder mi ira, que arderá para siempre.
Si se quedan en esta ciudad, morirán por la espada, el hambre y la peste, pero si se van y se rinden a los babilonios que los están sitiando, vivirán. De hecho, será como ganar tu vida como si fuera botín de guerra.
Cualquier nación o reino que no sirva a Nabucodonosor, rey de Babilonia, y no se someta a él Castigaré a esa nación con guerra, hambre y peste, declara el Señor, hasta que deje que Nabucodonosor la destruya por completo.
Esto es lo que sucedió al principio del reinado del rey Sedequías de Judá, en el quinto mes de ese mismo año, el cuarto año. El profeta Ananías, hijo de Azzur, que era de Gabaón, me dijo en el Templo del Señor, delante de los sacerdotes y de todo el pueblo:
Entonces Jeremías le dijo a Sedequías: “Esto es lo que dice el Señor Dios Todopoderoso, el Dios de Israel: ‘Si te entregas a los oficiales del rey de Babilonia, entonces vivirás. Jerusalén no será incendiada, y tú y tu familia sobrevivirán.